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servicio que un colaborador de tú a tú. Kepler tenía que aguan-
tar los insultos, bromas, destemplanzas y excesos etílicos de su
autoritario anfitrión, hiriendo su orgullo y su paciencia. Sin em-
bargo, hay que decir también que Brahe tenía un lado bonachón
y comprensivo.
Por el contrario, Kepler provenía de una familia de inferior
estofa, como sabemos, con una tía medio bruja y un padre pen-
denciero que escapó de la horca. Estaba acostumbrado a recibir
un salario exiguo, pero también a trabajar con independencia en
los temas a los que su intuición y su capricho le llevaban. En
Praga estaba a las órdenes de Brahe. Además tenía que soportar
la envidia de sus ayudantes, celosos porque su «amo» hubiera
cedido al nuevo astrónomo los temas encomendados a ellos an-
teriormente. Y también debía soportar a los muchos hijos de Brahe
que no cesaron de entorpecerle y asediarlo a lo largo de toda
su vida.
Pronto se desató la ira entre ambos astrónomos. Kepler
dijo que se volvía a Graz. Brahe intentó contenerlo. Desde Graz,
Johannes escribió una durísima epístola, a la que sucedió otra
de arrepentimiento. Kepler fue criticado porque no había sa-
bido apreciar la magnanimidad de Brahe, lo que le disgustó aún
más, pues él no quería ninguna generosidad, sino un salario y
un trato correspondientes a su trabajo y su valía. Tras la tor-
menta vino la calma y Kepler volvió a Praga al cabo de tres se-
manas, donde la necesidad mutua forzó el entendimiento entre
ambos sabios.
La futura colaboración había de concretarse así: Kepler debe-
ría procurar seguir cobrando su sueldo de Matemático Territorial
de los estados estirios como cuando estaba en Graz. A ese salario
de 200 florines, Brahe procuraría conseguir del emperador otros
100 florines de sobresueldo. Compárese esto con los 3 000 florines
que él mismo tenía asignados. Además Brahe se comprometía a
conseguir de Rodolfo II un permiso para que Kepler pudiera tra-
bajar en Bohemia durante dos años.
Fue entonces cuando arreció la intolerancia papista en Graz,
tras la cual, Kepler fue exiliado al no querer renegar de su fe.
Prefirió el exilio a la infidelidad a la confesión de Augsburgo. La
50 EL ASTRÓNOMO