Page 19 - 13 Pitagoras
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La maquinaria de la leyenda se pone en marcha en el mismo
         momento del nacimiento de Pitágoras, atribuyéndole un linaje di-
         vino. Así, se difundió la idea de que su madre, Pitaida, concibió de
         Apolo -lo que hace de Mnesarco el padre adoptivo-, y que el
         nacimiento de aquel niño maravilloso, que haría bien a la humani-
         dad,  estuvo profetizado por el oráculo de Delfos.  Esta leyenda
         pretende explicar incluso el nombre del sabio: Pitágoras significa-
         ría «anunciado por Apolo», a partir de las palabras Pythios, que es
         el nombre del dios Apolo como patrón de Delfos, y agoreuo, «ha-
        blar». De hecho, el origen divino es uno de los componentes más
         elementales del arquetipo heroico, como sucede en los casos de
         Heracles y Teseo. La infancia del sabio habría estado marcada
        igualmente por múltiples señales maravillosas de carácter mítico.
            La juventud y formación de Pitágoras suponen un motivo de
         debate enconado incluso en las fuentes tradicionales. Como todo
        héroe necesita un maestro, la biografía del sabio de Samos recoge
         como maestros una lista espectacular de grandes nombres de las
        disciplinas más diversas, lo cual se complementa con otro ele-
        mento común a este tipo de aproximaciones míticas: los viajes a
        países exóticos que son cuna de todo tipo de conocimientos. No
        hay evidencias de la relación de Pitágoras con sus supuestos men-
        tores ni de muchos de los viajes que se le atribuyen, pero ello
        permite localizar el  origen de las ideas que integrarán el futuro
        cuerpo de enseñanzas pitagóricas.
            Entre sus supuestos maestros destacan los filósofos Tales de
        Mileto y Anaximandro de Mileto, pero también el místico Feréci-
        des de Siros (ca. siglo VI a.C.), al que se atribuye una de las prime-
        ras obras del griego antiguo escritas en prosa. La función de los
        dos primeros pensadores habría sido introducir al joven Pitágoras
        en la filosofía jónica, mientras que Ferécides le habría enseñado
        las nociones de la inmortalidad del alma y la reencarnación. Según
        la leyenda, Ferécides habría realizado los mismos viajes atribui-
        dos a Pitágoras -los cuales, en realidad, también se han atribuido
        a la mayoría de los padres del pensamiento griego-, y su figura
        entremezcla de igual modo la dimensión religiosa y la investiga-
        ción filosófica.  Según numerosas fuentes,  Pitágoras cuidó a su
        maestro en sus últimos días.






                                              REALIDAD Y MITO DE  PITÁGORAS   19
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