Page 11 - El maquinista de la General
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posible. Varias de sus películas pudieron haber despertado secuencias en las
                  que  el  protagonista  se  sentara  solo  y  triste,  se  volviera  una  víctima;  sin
                  embargo Keaton evita siempre estos momentos, los hace muy breves o bien les
                  da un toque humorístico. En este filme, por ejemplo, hay un momento que se
                  prestaba a la nostalgia: aquel en que la protagonista desprecia a Keaton por no
                  alistarse en el ejército; podíamos haberle visto cabizbajo, merodeando por la
                  casa o por su locomotora, pero resuelve la escena con un golpe de humor: la
                  máquina se lo lleva a lomos de su biela.

                  No bastó, sin embargo, la buena acogida del público. La crítica fue muy dura con
                  el  filme  -tal  vez  por  simpatizar  con  la  causa  confederada-  y  los  exhibidores
                  cancelaron muy pronto sus contratos. El historiador Tom Dardis señala que de
                  los once periódicos importantes de la zona, ocho fueron completamente hostiles
                  al filme, dos lo recibieron con una cautela más o menos favorable y sólo uno lo
                  reconoció  como  la  obra  de  un  genio.  Como  consecuencia, El  maquinista sólo
                  recuperó el alto costo de los negativos con su explotación en otros países, pero
                  nunca  dio  ganancia  alguna  y  fue  considerada  un  desastre  económico  por  su
                  distribuidora, United Artists. Desde entonces, y aunque tuvo cierto control sobre
                  sus  próximas  películas, Buster  Keaton no  volvió  a  figurar  como  director  de
                  ninguna de ellas.

                  Muerte y resurrección de un genio
                  A partir de ahí empieza su cuesta abajo. La relación con Joseph M. Schenck, su
                  productor  y  concuñado,  se  enfría  notablemente  y  los  presupuestos  de  las
                  siguientes películas se recortan sin contemplaciones. Después de doce años de
                  fructífera colaboración llega la ruptura y Keaton toma una decisión equivocada:
                  vuelve a la M.G.M., donde todavía realizará algunas cintas espléndidas, pero allí
                  el  todopoderoso Irving  Thalberg recorta  su  libertad  creadora  y  acaba  por
                  rescindir su contrato en 1932. Empieza entonces un calvario, agravado por el
                  abandono de su mujer y la caída en el alcohol, que le lleva a mendigar pequeños
                  papeles  en  los  que  malgasta  su  talento.  Incluso  tiene  que  malvender  los
                  derechos sobre sus filmes para poder pagar las deudas de su divorcio. Así hasta
                  que un buen día es milagrosamente redescubierto.

                  Fue paradójicamente El maquinista de la General, la película que le hundió en la
                  más  absoluta  miseria,  la  que  en  1954  le  devuelva  el  favor  del  público  y  le
                  reconcilie definitivamente con la crítica. Al acudir a una proyección de este filme
                  en  un  cine-club  de  Hollywood, Keaton conoce  al  coleccionista  Raymond
                  Rohauer,  quien  se  ha  entusiasmado  tanto  con  la  cinta  que  se  compromete  a
                  recuperar, restaurar y difundir la mayor parte de su obra. Rehabilitado en 1957
                  en Estados Unidos, obtiene un Oscar honorífico de la Academia en 1959, y es
                  requerido en Europa a principios de los sesenta para reponer sus películas ante
                  un nuevo público. Allí una serie de ciclos en diversos países le restituye la fama
                  perdida. También entonces es esta cinta la que le abre el camino, pues es la que
                  él escogió como apertura para todas sus reposiciones.

                  Sí, era ésta su mejor película, la más querida y la peor juzgada, aquella en que
                  había plasmado todo su talento y su sentido del arte cinematográfico. Por eso,
                  para  promocionar  el  reestreno  de  esta  cinta  en  Berlín, Keaton logró  que  le
                  permitieran  llegar  a  la  ciudad  conduciendo  personalmente  una  locomotora.
                  Según cuenta un testigo de la época los alemanes estaban aterrorizados, pero
                  él la condujo como si lo hubiera hecho durante toda la vida.
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