Page 6 - El maquinista de la General
P. 6
cinematográfico. El sur perdió y las simpatías del público están con los
perdedores. Cuando termina la historia de El maquinista de la General el sur iba
ganando. Todo esto sucedió en 1862 y el sur perdió en 1865″. Con esa idea en la
mente los héroes pasan a ser los sufridos perseguidores, es decir, el maquinista
solitario, un hombre sencillo y humilde pero firmemente enamorado de dos
cosas: su novia… y su locomotora. Por eso, en la cabina de la «General» lleva
una foto de ella, y en casa de ella deja como regalo una foto de la «General». En
torno a este personaje vivimos la historia inventada por los guionistas:
rechazado por el Ejército porque es más útil como maquinista, Johnnie Gray vive
la humillación de ser tildado de cobarde (aquí hay influencias de la novela Las
cuatro plumas) tanto por parte de su novia como por parte del hermano y del
padre de ésta. Pero el robo de la locomotora por parte de los espías norteños le
hace entrar en acción -más por amor a su tren que por mero patriotismo-, y
empieza una espectacular persecución que propicia las mejores escenas del
filme y algunas de las más memorables de toda la época del cine mudo, como la
del cañón que desciende su ángulo de tiro y apunta directamente al
pobre Keaton. Esa persecución llevará a Johnny hasta detrás de las líneas
enemigas, donde recuperará a sus grandes amores (su novia y su locomotora),
conocerá los planes secretos de los unionistas y se verá envuelto también una
nueva persecución contrarreloj -en esta ocasión será él el perseguido-, con el
objetivo de advertir a los confederados de la amenaza que se cierne sobre ellos.
Parte III: Preproducción de la cinta
Desde el principio, Buster Keaton se propuso que el filme fuera lo más realista
posible, entre otras cosas porque entendía que su estilo de comedia funcionaba
mejor cuanto más verosímil fuera su contexto. En consecuencia, su primer
objetivo para hacer la película fue tratar de obtener la locomotora que había
protagonizado el episodio original sesenta años atrás. La auténtica «The
General» se conservaba en la estación de Chattanooga expuesta al público y a
los pasajeros, y aunque en un principio sus propietarios autorizaron su uso para
el filme, luego decidieron negarlo ante las protestas de diversos grupos de
veteranos de la Guerra Civil. A ninguno le hacía mucha gracia que esa reliquia
fuera objeto de una cinta cómica. Como resultado, Keaton tuvo que conformarse
con unas réplicas esencialmente idénticas a las dos locomotoras que
protagonizaron aquella épica persecución.