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¿Nuevo aeropuerto o viejos retrasos y mordidas?
Antonio Gershenson
El gobierno actual ha tenido el mérito de aventar a su partido, que gobernó a la buena o a la mala
durante muchos periodos presidenciales, al tercer lugar en prácticamente todas las encuestas que
hemos conocido.
Ahora quiere imponer su “nuevo aeropuerto” para lo que fue un Distrito Federal, en el que en
la pasada elección, en mi casilla de colecciones, el PRI quedó en quinto lugar.
Los retrasos están causados por el gobierno que lo contrató, sin una adecuada vigilancia, muy
probablemente mediante las habituales “mordidas”, que los obligan a mantener a los culpables
directos del retraso.
Ahora quieren culpar al candidato que ocupa el primer lugar en las encuestas, AMLO, y que no
quiere que le hereden esa obra, con todas las lacras posibles acumuladas.
Quiero recordar algunas experiencias propias que muestran que no son inevitables, ni
esas “obras” puercas, (tal vez haya que pedir perdón a los puercos) ni las mentiras consiguientes.
Cuando muchos trabajadores de energía nuclear, y en general del ramo eléctrico, fuimos
despedidos, algunos nos organizamos para poder trabajar en los sectores de la energía pública que
no eran exclusivas del gobierno. Hicimos, en contrato con la Comisión Federal de Electricidad, la
primera planta eléctrica impulsada por el viento, en La Ventosa, en el Istmo de Tehuantepec. Nos
tardamos seis meses, y entregamos las siete unidades, probadas con eficiencia. Las plantas que,
contratadas con empresas mayores, fueron puestas en servicios más adelante, tardaron dos y tres
años en su instalación.
Cuando fui director de Alumbrado Público del Distrito Federal participé en varias obras
grandes, encargado de la supervisión del sistema eléctrico. Cuando terminamos de construir un
hospital, que nos tomó cuatro meses, lo inauguramos como es costumbre. Y estaba presente un
representante del gobierno federal que, en una reunión, dijo que a ellos una obra así les tomaba
como dos años.
Ya cuando el final del sexenio se acercaba, la entidad respectiva federal logró las condiciones
para la construcción de otro hospital y ya tenía listo el terreno. Pero no le daría tiempo para
terminar esa obra, pero a nosotros, con nuestros tiempos, sí, y nos cedió lo necesario para hacerlo
nosotros. Y volvimos a hacer la obra en cuatro meses, y la inauguramos unos días antes del fin del
sexenio.
Todo esto era, en parte, durante el gobierno de AMLO de la ahora Ciudad de México.
Así que no debe extrañarnos que se enojen los gobernantes salientes, si no se acepta dar
continuidad a sus retrasadas, mal elegidas y mal hechas obras.
Más bien, deberían preocuparse sobre su futuro, después de salir del poder con todas las cosas
que han hecho, y que los han llevado, como hemos dicho en cada caso, al tercer y al quinto lugar, y
habría que ver en cada caso si se requiere un juicio legal en su contra. Y digo legal porque el juicio
popular ya está ahí. Y más lo estará el primero de julio.
La Jornada, 25 de marzo de 2018
antonio.gershenson@gmail.com