Page 63 - Enamórate de ti
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A MANERA DE EPÍLOGO
Si has llegado a esta parte del libro, debo suponer que has leído seriamente todo lo anterior.
Posiblemente ya tienes algunas conclusiones sobre el amor que te profesas a ti mismo y qué hacer al
respecto. Quizá pudiste descubrir que no te amabas tanto o que no lo hacías de un modo contundente,
o puedes haber llegado a la convicción de que siempre te has querido lo suficiente y que estas
páginas no agregan nada sustancioso a lo que ya sabías. También te puede haber parecido este libro
un buen recordatorio de cosas que se nos olvidan por estar pensando en otros más que en nosotros
mismos. De todas formas, los caminos para llegar al autoamor son incontables, y tú decides
finalmente por cuál debes transitar, cuál te agrada y cuál no.
Lo que jamás debes perder es la capacidad de búsqueda y de cuestionamiento. Muchas veces
tememos crear nuevas metas porque ellas generan nuevos problemas e interrogantes. Así, preferimos
reprimir infinidad de sentimientos que nos acercarían a nuevas perspectivas de vida, a nuevas
sensaciones y descubrimientos, por estar más cómodos y aferrarnos a lo que ya conocemos, aunque
estas cosas nos amarguen la vida. En cierto sentido hacemos como aquellos testarudos sacerdotes
que se negaban a mirar por el catalejo de Galileo Galilei para no ver minada su creencia de que la
Tierra era el centro del universo; les fue más fácil someter al genio que revisar sus propias
creencias.
Si decides sacar la cabeza del hoyo, habrá incomodidades y sinsabores. Habrá confusión y
dudas. Descubrirás nuevas contradicciones que no estaban previstas por la educación tradicional que
recibiste, y deberás convertirte en autodidacta (aprender por ensayo y error), simplemente porque
carecemos de reglas claras y transparentes que nos ayuden a descifrar el mundo interior. No hay
verdades absolutas, sino propuestas que deben ser ensayadas; y lo que es bueno para alguien es malo
para otro, y viceversa. Las palabras de Tagore que cité al principio de este libro ubican claramente
el problema: nos debatimos entre la universalidad (lo que compartimos con todo el cosmos) y nuestra
pequeña gran individualidad, que nos hace distintos y únicos. Quizá los impresionantes cambios
sociopolíticos recientes en el mundo no sean más que el intento de rescatar el polo olvidado del
individualismo sano sin dejar de pertenecer a nuestras respectivas “tribus”.
Hacerte cargo de ti mismo es la mayor de las responsabilidades. Es comprensible que semejante
tarea nos ponga a tambalear, no sólo por la importancia que ello implica, sino además porque
carecemos de las herramientas. Ninguna agencia de socialización ha considerado seriamente la
posibilidad de enseñar a quererse a uno mismo como uno de los principales objetivos de formación
pedagógica (posiblemente porque no seríamos tan manejables y escaparíamos de la Matrix en la que
estamos). Tomar plena conciencia de que existes en uso de tus facultades, de que eres importante y
tienes el derecho a quererte, te coloca en un lugar de privilegio, pero al mismo tiempo te produce
nuevas angustias y una gran responsabilidad. La lucidez tiene un precio: “Sé lo que debo hacer, pero
no siempre sé cómo hacerlo”.
Si la lectura de este libro te ha generado algo de confusión, me alegro de que haya sido así. El
espíritu de los cambios importantes está en la duda y en la contradicción subyacente. Una duda
progresista y no retardataria, que es la que te lleva a repasar tus concepciones, ya sea para afirmarlas