Page 58 - Enamórate de ti
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bueno? Muchas personas han vivido en carne propia los efectos de la desconfianza familiar: “El niño
  no es capaz, mejor hazlo tú”. ¿Cómo te sentirías si en el trabajo tu jefe eligiera darle un encargo
  especial  a  un  compañero  tuyo  con  el  argumento  de:  “Le  di  el  trabajo  a  Juan  porque  usted  no  es

  capaz”? Aunque no seas consciente de ello, las consecuencias psicológicas de decirte a ti mismo:
  “No soy capaz” son tan contraproducentes como cuando te lo dicen otras personas. Si te dices: “Soy
  un inútil”, “Soy un fracasado”, “Soy un idiota”, terminarás siéndolo.
        Cada vez que te encuentres rumiando el nefasto “No soy capaz”, aléjalo y expúlsalo de tu mente.

  Detén el pensamiento, diciéndote: “¡Para!”, “¡Basta!”, “¡No más!”. Cambia de actividad, habla por
  teléfono, escucha música, canta en voz alta u orienta tu diálogo positivamente, pero no dejes que un
  pensamiento  negativo  arrastre  otro  y  tu  mente  se  convierta  en  una  cadena  de  pensamientos
  autodestructivos.  Por  ejemplo,  puedes  decirte:  “Esta  manera  de  hablar  no  es  sana  para  mi  salud

  mental. Nadie es totalmente capaz o incapaz. Además, debo darme otra oportunidad. Esta forma de
  tratarme me inhibe, me vuelve inseguro y dubitativo. Ya es hora de que empiece a respetarme y a
  tratarme bien: si me lo propongo, seré capaz”.




  2. No seas pesimista

  Las personas con baja autoeficacia anticipan el futuro negativamente y, cuando se trata del propio

  rendimiento, sus expectativas son de fracaso e incapacidad. Siempre se ven a sí mismas como las
  peores actrices o actores de la película. Si ven venir el fracaso en cada una de sus actuaciones, ni
  siquiera les provocará intentar remediarlo. Las profecías negativas suelen convertirse en realidad,
  porque nosotros mismos nos encargamos de que se cumplan. Por ejemplo, si te dices: “Me va a ir
  mal”, la motivación, la tenacidad y la perseverancia necesarias para alcanzar la meta flaquearán, no

  tendrás la energía suficiente y tu predicción se cumplirá, ¡pero por culpa tuya! Cuando te encuentres
  haciendo demasiados malos pronósticos sobre tu futuro, pregúntate si eres realista o no. Y una vez
  que hayas hecho tus predicciones, sean buenas o malas, acostúmbrate a verificar luego su validez;

  contrástalas con la realidad y comprueba si tenías razón o no.
        El  método  de  cotejar  las  hipótesis  con  los  datos  objetivos  te  hará  descubrir  que  tus
  anticipaciones no suelen ser tan exactas y que a la larga tus dotes de oráculo dejan mucho que desear.
  La costumbre de examinar las anticipaciones con la realidad te permitirá pulir y perfeccionar los
  procesos de deducción hacia el futuro.

        Lleva un registro detallado sobre los aciertos y fallas en tus conjeturas. Si una anticipación no
  se cumple dos, tres o cuatro veces, descártala y ya no la utilices. Si te dices, por ejemplo: “Soy muy
  malo para conversar y las chicas o los chicos se aburren conmigo”, somete a examen tal anticipación.

  Define exactamente lo que esperas que ocurra: “Se burlarán” (se reirán, harán gestos y muecas), “Se
  aburrirán” (bostezarán, se querrán ir rápido y no hablarán), “No volverán a salir conmigo”, y cosas
  por el estilo. Utiliza categorías definidas y claras, que puedas realmente verificar o refutar. Luego de
  salir  varias  veces  con  distintas  personas  podrás  comparar  lo  que  esperabas  con  lo  que
  verdaderamente ocurrió. Si no se burlaron, no parecieron aburrirse y volvieron a salir contigo, tus

  anticipaciones catastróficas no se cumplieron. Y si se cumplieron, tienes un problema que resolver,
  con o sin ayuda profesional, que no es el fin del mundo porque puede arreglarse.
        Somete a verificación tus predicciones, sin trampas. Recuerda que muchas veces, de manera

  inconsciente,  hacemos  todo  lo posible por sabotearnos a nosotros mismos y facilitar que nuestras
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