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PENTATEUCO
la sangre al altar. Luego el oferente tomaba la grosura de la víctima y la llevaba al altar donde la quemaban como ofrenda encendida, juntamente con el holocausto que ya debía estar dispuesto. Finalmente, los oferentes celebraban la fiesta de comunión, no sin antes haberse purificado ellos y sus huéspedes para poder comer y regocijarse delante del Señor.
Había tres clases de sacrificio de paz:
a) Ofrenda en acción de gracias (Levítico 22:29)
b) Ofrenda para cumplir un voto Levítico 22:21)
c) Ofrenda para expresar amor a Dios (Levítico 22:21)
Si se trataba de una ofrenda en acción de gracias, esta debía consumirse el mismo día; si el motivo era un voto, el tiempo del sacrificio podía extenderse hasta el día siguiente, para que un mayor número de amigos pudiera participar. Si su propósito era expresar la paz, en su sentido máximo: comunión con Dios en su servicio, y comunión de unos con los otros. Generalmente el sacrificio de paz no se ajustaba a tiempos fijos y se distinguía por su carácter festivo y alegre.
4. El sacrificio propiciatorio o por el pecado. (Levítico 4:1 – 5:13; 6:24-30). Sacrificio que desempeñaba la función más importante, en la expiación de todos los pecados de Israel. Se combinaba con el holocausto, por ejemplo en las fiestas (Núm. 28) pero tenía su propio significado. La parte más importante del rito (después de quemada la grosura) era la ceremonia propiciatoria con la sangre, con la cual eran ungidos los cuernos del altar y rociado siete veces el velo del tabernáculo o del templo.
5. Sacrificio por la culpa o por diversas transgresiones (Levítico 5:14 – 6:7; 7:1- 7). Estaba tan relacionado con el sacrificio por el pecado que no se distinguen claramente entre sí. Según la distinción más común, el sacrificio por el pecado se presentaba por el mal cometido por ignorancia, mientras que el sacrificio por la culpa correspondía a una falta cometida a sabiendas. Tales como descuido del diezmo, robo, etc.
El sistema de sacrificios no quitaba el pecado realmente, ― porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no pueden quitar los pecados (Hebreos10:4).
Solamente la sangre del Hijo de Dios nos limpia de todo pecado.
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