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PENTATEUCO
hijos; pero no se atrevió a cuestionar el acto de Dios. A los otros sacerdotes, se les advirtió solamente que no debían dar señales de estar de duelo y que debían mantenerse en su lugar.
El Sacerdocio en el Nuevo Testamento
Para comprender la teología neotestamentaria del sacerdocio es necesario entender antes la relación del sacerdote hebreo con el PACTO. Como pueblo de Dios, Israel era idealmente un reino de sacerdotes (Éxodo 19:5-6). Para guardar el pacto, la conservación de la santidad era fundamental. El sacerdote velaba por la santidad de la nación.
Representaba a la nación delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa. Los levitas, por ejemplo, se aceptaban como substitutos por los primogénitos pertenecientes a Jehová (Números 3:12-13). Los hijos de Aarón representaban a la nación delante del altar y el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus cuando entraba en el santuario para hacer expiación en el Lugar Santísimo (Éxodo 28:29).
En el N. T, Cristo se presenta como el cumplimiento del sistema sacerdotal del Antiguo Testimonio y el mediador del nuevo pacto (Jeremías 31:31; Mateo 26:28). Efectúa un sacrificio eternamente eficaz que permite al creyente tener acceso directo a Dios (Hebreos 10:19–25).
Los cristianos primitivos se opusieron, como los judíos, al sacerdocio de otras religiones. La oposición al sacerdocio judío provocó la persecución de Jesús y sus discípulos por parte de los saduceos, el partido sacerdotal. Jesús, sin embargo, nunca repudió la institución sacerdotal. Envió a los sanados al sacerdote para el cumplimiento de los ritos de la purificación (Marcos 1:44; Lucas 17:14; etc.). Algunos sacerdotes hebreos se convirtieron y fueron agregados a la iglesia primitiva (Hechos 6:7).
En la teología cristiana, Cristo es el cumplimiento del sistema sacerdotal por haber dado su vida en “rescate por muchos” (Marcos 1:45). Su obra sacerdotal se subraya en todas partes del Nuevo Testamento.
Los sacrificios de animales ya no son necesarios, por cuanto todos los sacrificios fueron cumplidos en Cristo. Por lo tanto no hacen falta los sacerdotes. Cristo mismo es el GRAN SUMO SACERDOTE para el hombre (Hebreos 2:17; 4:15). Es el único Mediador entre Dios y los hombres. Todo somos reyes y sacerdote (1 Pedro 2:5) Cristo
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