Page 59 - PENTATEUCO
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PENTATEUCO
cuarenta días los espías registraron la tierra, desde su frontera hasta Rehob, cerca de Hebrón.
Aunque diez de ellos admitieron que era tierra que fluía leche y miel, se apresuraron a hablar sobre grandes obstáculos, las ciudades fortificadas y los gigantes.
Esto provocó desconcierto en el pueblo; pero los otros dos espías: Josué y Caleb, acallaron al pueblo con palabras de ánimo y fe. No negaron lo que los otros espías había dicho, pero pusieron su esperanza en lo que Israel podía hacer con la ayuda de Dios. Instaron a la gente que se acordaran del poder y las promesas de Dios. Con su ayuda divina estaban confiados en una victoria segura.
Para Josué y Caleb no se trataba de Israel contra los gigantes, sino de Dios contra los gigantes. Pero los diez espías les contradecían. Excluían a Dios y exageraban su informe original. Según ellos todos los cananeos eran gigantes y no podrían conquistar a Canaán. Prefirieron aceptar el criterio de los diez espías antes de depositar su fe en Dios.
El juicio de Dios
Desdichadamente, el pueblo hizo caso al informe de los diez espías cobardes, mientras hizo caso omiso a las exhortaciones de Caleb y Josué. Se quebrantó por completo su fe.
El Éxodo de la esclavitud egipcia había terminado en un fracaso. Rebelándose, unos hablaron de elegir a un nuevo capitán que les dirigiera de nuevo hacia Egipto, mientras otros amenazaban con apedrear a Josué y Caleb.
Solamente la aparición repentina de la gloria de Dios pronunció su sentencia sobre el pueblo incrédulo e infiel. Puesto que habían elegido ignorar las demostraciones milagrosas del poder de Jehová, y habían preferido desconfiar de Él, permitiendo que el temor y la duda les dominaran, Dios los declaró indignos de heredar la tierra hermosa que había preparado para ellos.
Habían perdido la oportunidad de apropiarse de la tierra y solamente les quedaba la lúgubre perspectiva de peregrinar treinta y ocho años más en el desierto. Morirían todos en el desierto; los que se habían enumerado en el censo de Sinaí, o sea, los de veinte años en edad. Habían de peregrinar en el desierto hasta que la muerte los alcanzara, durante los 38 años venideros, como castigo ante tal rebelión e
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