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PENTATEUCO
medios ordinarios para quitar la contaminación resultante de tocar cadáveres no se daba abasto, El Señor proveyó un sacrificio especial para purificar el campamento. Los israelitas habían de lavarse según las reglas de purificación. Se preparó el agua de purificación, mezclando en ella cenizas de la vaca alazana; la ceremonia fue en general similar a la purificación del leproso.
Experiencias en el viaje a Moab (Números 20 – 25)
Fueron varias las experiencias que tuvo el pueblo de Israel durante estuvieron en Cades, en camino hacia Canaán, las cuales son:
El pecado de Moisés y Aarón (Números 20:1-13)
El acontecimiento en el cual Moisés y Aarón pecaron tuvo lugar el último año del peregrinaje de Israel. En el mismo año María, Moisés y Aarón murieron.
¿Cuál fue la falta que cometió Moisés? Dios le había dado la instrucción de hablar a la roca de la cual saldría agua, pero Moisés perdió la paciencia y se airó. En vez de hablar a la roca, le habló con enojo al pueblo y luego golpeó la roca dos veces. Desobedeció a Dios y no le santificó (Números 27:14).
Dios denominó esa actitud de Moisés incredulidad y rebelión (Números 20:12; 27:14). Ya no tenía la misma paciencia y compasión que había tenido por el pueblo. Fracasó en su punto más fuerte: su mansedumbre. Aarón abrigó la misma actitud, de manera que Dios les impuso a ellos mismo castigo que al resto de la generación. Moisés ya no era apto para introducir a Israel en la tierra. Dios levantaría otro caudillo para hacerlo. Aarón murió al poco tiempo y Moisés llegó solamente hasta los límites de Canaán.
Edom no permite el paso a Israel (Números 20:14-21)
El rey de Edom negó a Israel el paso por su tierra probablemente porque consideraba peligroso para su seguridad nacional la entrada de una multitud tan grande.
Al decir “Israel tu hermano” (20:14) usaron como arma el argumento de parentesco de razas de Jacob y Esaú, los antepasados de Israel y Edom respectivamente (Génesis.25:23; 36:1-9). Desde un principio existió enemistad entre los dos, y a menudo Edom era condenado por los profetas, al grado de que Edom desapareció de la faz de la tierra (Jeremías 49:17).
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