Page 16 - El Café Latino #29
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fundo grande, teníamos que arar trecien-  El eco del silbido de la pava –que vuelve a   La nena salió corriendo a buscar la
        tas cuarenta hectáreas para sembrar...  hervir– resuena entre las calles de piedra   guitarra adentro. Fue directamente hasta
          Y juega a armar grupitos de migas de pan   que bajan del cerro hasta la catedral.  el sillón, donde la criolla se reposaba
        sobre los dibujos floridos del mantel     El viejo canturrea entonado y, para variar,   habitualmente –como invitando al que
        plastificado.                       clava la mirada en una de las hortensias   sabe a tocarse algo, o dejando con las
        -... se trabajaba mucho allá en Valdivia, yo   que crecen en su patio.  ganas al que desconoce la forma de
        andaba en una máquina que tenía un   -... Habrá que ir a hacer un tecito...   …pa, pi,   relacionarse con ella–. Y en el camino
        cuchillo pa' l lao y había que ir despacito...       pa, paaai, pa, pa, paaaiiiii…  encontró a sus hermanos en la cocina.
        … despacito así, pa’ que el trigo quede     Y sus días se repiten uno tras otro, casi   -Vengan rápido, no saben lo que pasó.
        limpiecito…”.                       calcados; como sus frases, sus arpegios,   Vengan délen, el abuelo se acordó, vengan.
        Y los relatos renacen así, en forma repe-  sus nueces, o sus saquitos de té.  Su madre –que leía en la habitación– escu-
        tida, a lo largo del día. Con una entonación                            chó las palabras radiantes de la pequeña, y
        parecida en la cocina o en el patio; al     Una tarde, cuando el sol ya había caído   saltó de la cama para ir a descubrir lo que
        mediodía o a la tarde; un día feriado o   detrás del cerro y algunas estrellas   estaba pasando.
        cualquier otro; los suelta como un niño que   dejaban ver su brillo en el manto azul del     Una vez que llegaron todos al patio, se
        juega con una caja musical y hace sonar la   cielo que se volvía cada vez más oscuro,   acercaron sigilosos y se fueron acomo-
        misma canción a su antojo, una y otra vez,   Tomás se armaba un puro de tabaco, y   dando de a uno en el piso. Armaron una
        hasta el hartazgo simpático de quienes lo   miraba a su nietita dibujar la casita, las   especie de ronda discreta para evitar
        rodean.                             montañas y su familia.              interrumpir o incomodar al viejo, que
                                            -Laraira-lara-larairaa, laraira-lara-  permanecía inmóvil y misterioso en su
          A la hora de la siesta sale casi maquinal-  laraaaa.                  silla.
        mente al jardín. Acomoda su sillita a la   Tarareaba, y humedecía el papel de arroz   -Alegres eran mis ojos.
        sombra y se sienta fascinado a mirar la   con la lengua, cuando algo en el cielo se   Dijo con voz clara –examinando lúcido los
        montaña y el pueblo desde las alturas de   iluminó: un fino haz de luz blanca que se   últimos trastes de su guitarra–, y dejó
        su parcela: parece no ver ni montaña ni   extendió diagonalmente en el aire y   brotar de sus manos ásperas un lindo
        pueblo, sino ese recuerdo remoto que lo   después brilló muy fuerte hasta desapare-  punteo, simple y preciso, a modo de
        viaja a Valdivia en el esplendor de su   cer.                           introducción.
        juventud. Los perros que lo escoltan,   La nena se paralizó. De golpe se puso de   La noche ya se mostraba imponente. La
        ladran inocentes ante el estruendo de una   pie y fue corriendo emocionada a abrazar a   luna llena bañaba el valle y hacía de faro,
        nuez que cae sobre el techo de chapa   su abuelo.                       alumbrando el patio, las flores y las
        tendido bajo el inmenso nogal –hace unos   -¿Viste eso abuelo?, ¿viste eso?  lágrimas que –más tarde o más temprano–
        años, cuando gozaba de mayor entereza     Le preguntó exaltada y, con una sonrisa   serían olvidadas por todos, menos por el
        física y mental, él mismo había construido   enorme en la cara, le repitió dos veces:  viejo Tomás.
        una habitación ahí con sus propias manos   -Abuelo, ¿viste eso?, ¿lo viste?
        para disfrutar de la sombra y el abrigo de   El viejo –que no había visto la estrella   “…olvidar es una flor, no florece pa'
        aquel hermoso árbol–.               fugaz, el asteroide, o lo que fuere, sino el   cualquiera, florecerá para ti palomita
        -… allá se ve la cara de Gabriela Mistral…     brillo de fascinación en los ojos de esa niña   mensajera, tómala de la corona y goza tu
        …aquella es una botella acostada.   maravillada por la ingenuidad de quien   vida entera…”
          Señala con voz pausada, observando   descubre el mundo– le susurró:
        como aturdido, en silencio, la inmensidad   -Por favor hijita, tráigame la guitarra que   Alegres eran mis ojos / la flor del olvido
        que lo circunda.                    me acordé.                          - Violeta Parra.


































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