Page 14 - El Café Latino #29
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La flor del





        olvido










        por juan manuel tagina
        traducción e ilustraciones de mélanie nogues tagina


              on Tomás recuerda constante-
              mente sus años en las cosechas de
        Dtrigo. A decir verdad, es casi lo
        único que recuerda.
        -Se trabajaba mucho allá en Valdivia.
          Dice contento, mientras riega las flores
        frente a la puerta de su casa.
        - Los gringos nos daban de comer a todos,
        la mujer de mi patrón cocinaba en unas
        ollas grandes con cuatro patas de hierro
        bien firmes.
          Cuenta, sereno, sentado en su silla de paja
        y madera, mirando un punto fijo perdido en
        la montaña.
          Tomás vive con su familia en una barriada
        de gente trabajadora, instalada en la
        periferia de Monte Grande, una localidad
        muy pequeña que se cobija al interior del
        Valle del Elqui: un lugar milenario ubicado
        en la región de Coquimbo, en el norte chico
        de Chile. Desde ese sitio, según comprue-
        ban los que pasaron alguna vez por ahí,
        pueden verse todas las estrellas del cielo,
        hasta esas que alumbran casi nada y no
        alcanzan a contemplarse desde ningún
        otro lugar.
        Cada año pasan por esta zona miles de
        visitantes para disfrutar de los diferentes
        atractivos turísticos que se ofrecen en ese
        rincón de la pre cordillera. Por cierto,
        ninguno de ellos conoce a Tomás, ni el
        barrio en el que vive. Y eso a él, muy lejos
        de preocuparlo, lo alegra infinitamente.
          El viejo Tomás es de esos tipos que
        disfrutan de la tranquilidad, de la natura-
        leza y, sobre todo, de los pequeños
        placeres como cocinar con su hija, tocar la
        guitarra en compañía de sus nietos, y
        dibujar con su nietita la menor.    una lágrima que le genera el recuerdo.   la hornalla y le recuerda, por tercera vez,
        -Yo trabajaba una máquina a motor que   Aquel paisaje lejano ocupa casi todo el   que debe tomar sus pastillas.
        tenía un cuchillo pa' l lao, y había que andar   espacio en la memoria del viejo.
        despacito, así, pa' que el trigo quede   -Habrá que tomar un tecito...   Según dicen sus nietos, se toma más de 20
        limpiecito...                         Murmura. Y, esperando que el agua esté   tecitos por día: le pasa que se olvida del té
         Explica serio el viejo, y entra a poner la   lista, se hecha en el sillón a tocar con su   que tomó hace un rato y vuelve a poner la
        pava.                               vieja guitarra una melodía repetitiva y   pava para tomar el próximo.
                                            cautivante como sus palabras. Un tibio   -Cuando yo era niño, no se conocía el té. Ni
        Su semblante es el de un hombre que ha   rayo de sol entra por la ventana de la sala y   en los supermercados, ni en ninguna
        trabajado mucho y sabe de lo que habla.  encandila uno de sus ojos. Él lo cierra sin   parte. Puro café nomás había, y era
          De vez en cuando, en el iris de sus ojos   forzar. La melodía vuelve a recomenzar:   demasiado caro, así que tomábamos mate
        pueden verse con claridad esas viejas   una, diez veces. No se deja interrumpir ni   nomás. Comprábamos harta yerba. Y
        máquinas desmalezadoras que van     siquiera por el silbido de la pava, que ya   mate, mate nomás.
        limpiando el trigal a paso lento, mientras   hierbe desde varios segundos. La música     Habla con el ceño fruncido, insistiendo en
        el viento llena el aire de ínfimas partículas   pertenece a una canción que ya no   desparramar la manteca –todavía dura–
        amarillas. En el fondo el cielo celeste   recuerda con claridad. Porfiado, la repite   por toda la superficie del enorme pedazo
        termina cortante y contrasta con el blanco   con entusiasmo, ante la mirada dulce y   de pan casero que cortó con la mano.
        que se hace cristalino por la invasión de   compasiva de su hija que apaga el fuego de   -... el fundo San Javier se llamaba, era un

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