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El presidente Cárdenas vigorizó la actividad internacional de México. En 1935, en la Sociedad de
Naciones México protestó Por la invasión italiana a Etiopía. Desde el inicio de la Guerra
Civil españ ola en 1936, a diferencia del resto de los gobiernos de América Latina, inició una activa
política de solidaridad con la República de España. Declaró que la ayuda de los voluntarios italianos
y alemanes a las fuerzas militares rebeldes constituía una agresión internacional y que, por lo tanto,
la República tenía derecho a una protección moral, política y diplomática y a la ayuda material de los
demás Estados miembros. En congruencia con la posición adoptada en la Sociedad de Naciones,
México envió armas y municiones al gobierno republicano español, presidido por Manuel Azaña. En
1936 salieron de Veracruz 20000 armas y 20 millones de cartuchos de fabricación nacional hacia
España. Además, Cárdenas ordenó al coronel Adalberto Tejeda que adquiriera material militar en
Europa, cuyo pago se justificó con la deuda que se tenía por la compra de barcos guardacostas
fabricados en astilleros españoles. Mientras el resto del mundo prefirió guardar silencio con la
esperanza de que el conflicto español no fuera más allá de sus fronteras, el general Cárdenas lo
consignó en sus memorias como el comienzo de una ofensiva mundial contra las fuerzas democráticas.
En junio de 193 llegaron a México 480 huérfanos españoles, a quienes se les instaló en una escuela
pública en Morelia. En 1938, la policía judicial invadió la sede de la Falange Española Tradicionalista
en la ciudad de México y detuvo a quienes se encontraban allí para evitar su movilización. Empezó a
fluir una corriente de entre 20000 y 30000 republicanos españoles que se refugiaron en México.
También recibieron asilo miembros de las brigadas internacionales que pelearon en España a favor de
la República. Cuando triunfó la rebelión encabezada por el general Francisco Franco, México rompió
relaciones diplomáticas con España y le otorgó asilo a las propias instituciones políticas de la
República en su territorio. En 1938 se fundó La Casa de España en México para acoger a reconocidos
intelectuales del exilio. Con el triunfo del Frente Popular en Chile, este se unió a la defensa dela
República, lo cual fue visto por los gobiernos conservadores de América Latina como un contagio de
la posición mexicana. Los representantes mexicanos acreditados en Europa escribieron una de las
páginas más brillantes de la diplomacia mexicana en la protección y traslado de los refugiados. El
embajador Manuel Pérez Treviño enfrentó una crisis humanitaria al dar asilo a 800 personas en su
sede en Madrid. A su salida, Juan F. Urquidi negoció el traslado de miles de refugiados de España y
Portugal. Narciso Bassols y después Luis l. Rodríguez se encargaron de movilizar a autoridades
renuentes para asegurar la salida de judíos y republicanos españoles de los campos de concentración
situados en Francia. Gilberto Bosques otorgó protección, sustento material y salvoconducto a
centenares de luchadores antifascistas en Marsella mientras esperaban embarcarse a México. En 1942,
Bosques fue hecho prisionero por el ejército alemán y confinado en Bad Godesberg, donde
permaneció varios meses, junto con su familia y otros diplomáticos mexicanos. Después, se
reincorporó al servicio exterior. La contribución de los refugiados alemanes, austriacos, españoles,
húngaros, polacos y de otras nacionalidades, entre los que se encontraban miles de judíos, enriqueció
la vida cultural y económica de México. Amplió la generosa tradición de asilo, originada en el
contexto americano, hasta convertirla en rasgo distintivo de su política exterior a lo largo del siglo xx.
El exilio español en México vino a modificar la imagen de los españoles que había quedado plasmada
en los murales de Diego Rivera como conquistadores crueles. Muchos de los intelectuales y científicos
españoles relacionados con la Casa de España pasaron a fortalecer otros centros de investigación
especializada y 12 de ellos fundaron El Colegio de México bajo la presidencia de Alfonso Reyes.