Page 11 - Nuestras Guerras
P. 11
MANOLO. Nunca, tío..., pero, en qué año fue todo eso...
PABLO. Pues, si tenía diez años, en el 49.
MANOLO. ¿Tanto tiempo después? ¿A diez años de que se había acabado la guerra.
TIMOTEO. Había que redimir al rojo, hijo mío, y a su cachorro. Redimir por el dolor, y purgar con aceite de ricino sus pecados, hasta hacerlo callar, hasta que se lograse el silencio que guardamos hoy en esta España.
GREGORIO. En cambio, allí, nosotros... Si todos perdimos la guerra, los que pudimos salir, con todo el dolor del exilio, logramos ser felices en la posguerra.
MANOLO. Los vamos a vengar. A los dos y a todos los demás. Allá en México no queremos Olimpiadas, queremos revolución.
PABLO. ¿Estáis haciendo la revolución? ¿Con qué se come eso? (Pausa) Venga, mejor comer las gambas y los chipirones y una cañita más o un vasito de vino.
TIMOTEO (abraza a Pablo). Si es un buen chico mi Pablo, pero me cabrea ese suegro suyo de mierda.
GREGORIO. Vamos, Timoteo, que nadie se enamora de sus suegros. Brindemos a la salud de nuestros chicos, que son de oro.
TIMOTEO. Y porque siempre conserven la memoria. (Pausa) Tú, Manolito, pintas. Tienes ya muchos temas.
GREGORIO. Sí. A la manera del Guernica de Picasso, porque habéis de saber que mi Manolo es un gran pintor abstracto.
TIMOTEO. Qué abstracto ni que puñetas. El arte sólo tiene sentido si está al servicio de la causa del proletariado. Yo no sé de pintura más de lo que sabe un viejo maestro de escuela, ni he ido a México, es verdad, pero conocí a un pintor mexicano de verdad. Y charlamos mucho. Que sí, hombre, estupendo. ¿Queréis saber en dónde? En la Sierra Morena. Éste todavía no nacía ni habíamos perdido nuestra guerra. Apenas empezaba. Fue en el 36. Tú, Gregorio, hacías la guerra aquí, en Barcelona, y yo en Andalucía. Toda España por medio. España entera. Venga un botellín para el joven abstracto. Ves a por él, Pablillo.
MANOLO. Voy yo.
PABLO. Nada. Tú quieto a escuchar tu lección, que ya es hora. Y usted, tío, ¿quiere otro?