Page 118 - Secundaria - Comprometid@s con la Historia de México - 3er Grado
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                                    Figura 3.5
bién pidió préstamos urgentes y forzosos a las provincias. Impuso b
un monto igual a todas, aunque sus condiciones económicas eran u
muy distintas. Para 1822, a un año de su nacimiento como nación, m
México debía ya 45 millones de pesos. M
Como le convenía, pues Iturbide le había ofrecido respetar
sus fueros y privilegios, la Iglesia concedió préstamos al gobier- s
no de Iturbide (pero no los concedería más tarde a los primeros n
gobiernos republicanos, a los de tipo federalista sobre todo). Aun g
con los préstamos, las necesidades del gobierno eran mayores que sus recursos y sólo le quedaba la alternativa del endeudamiento externo. Iturbide pidió dinero a Inglaterra, que se lo negó, por lo
que el emperador se endeudó con Francia.
Algunas antiguas provincias, como Guadalajara, Zacatecas,
Yucatán y Oaxaca, viendo en peligro sus intereses y advirtiendo la fragilidad del gobierno central, desconocieron al Congreso y se autodeclararon estados libres y soberanos. Como imaginarás, este regionalismo resultaba muy grave para la nación como un todo y para las provincias: una y otras se debilitaban, pues re-
cuerda que “la unión hace la fuerza”.
Por si fuera poco, no escaseaban las pugnas políticas inter-
nas entre los grupos que querían imponer una forma de con- ducir al país, pero que no se ponían de acuerdo en cuál era la más adecuada. Hubo brotes de descontento en Tamaulipas y en Guerrero que generaron enorme tensión. Por eso la vida del Pri- mer Imperio Mexicano fue efímera: duró tan sólo 10 meses, o sea, ¡300 días!
Observa la imagen. Se trata de un exvoto que actualmente se encuentra en el Museo del
Paesaggio, en Verbania, Italia (la foto es cortesía
de Miguel Gleason). Los exvotos son cuadros que representan un milagro y que se llevan a un templo o iglesia en agradecimiento. Proliferaron en el siglo XIX. Al respecto escribió un gran estudioso, Carlos Monsiváis: “los milagros, en un país con guerras, cri- sis continuas, incomunicado e insalubre, eran cosas comunes y corrientes...”.
         Asimismo, México carecía de un sistema de comunicacio- nes y transportes adecuado a las características de la variedad de sus extensos territorios. La gente utilizaba carretas y caballos para el transporte de personas y de mercancías. No había ferrocarriles. En los caminos había continuos problemas de deslaves causados por lluvias. No eran seguros a causa de los asaltantes, sobre todo los muy transitados y los que llevaban al puerto de Veracruz (recuerda que por éstos se transportaban plata y otros productos valiosos de
exportación e importación).
Desigualdad social y distribución de la población
En medio de esa crisis, la mayoría de la población se dedicaba a las actividades productivas rurales. En las haciendas vivían sus dueños y los peones que trabajaban para ellos. Ahora bien, no todos los trabajadores del campo eran ha- cendados y peones; existían pueblos de indios y campesinos libres, como los jornaleros y los medieros. Otra parte de la población, menor que la que trabajaba en las haciendas, se concentraba en las ciudades trabajando como sirvientes, artesanos, asalariados en algún taller (un obraje, por ejemplo) o dependientes en algún comercio; otra parte trabajaba en las minas. Recientemente se ha estudiado que las mujeres de las clases bajas desempeñaban principalmente los siguientes trabajos, ordenados de los más a los menos comunes: trabajadoras domésticas, hilanderas, cocineras, tor- tilleras, tejedoras, caseras, fruteras, atoleras, dulceras, lavanderas y algunas como sexoservidoras. Su educación más importante la recibían en el hogar, en las escuelas parroquiales o en casa de las maestras llamadas “amigas”, damas de la sociedad que instruían a las niñas en doctrina, lectura y raramente en escritura o en las cuentas (se consideraba que tenían suficiente con la suma y la resta).
Los peninsulares y criollos acaudalados formaban la clase alta y ocupaban los puestos más elevados de autoridad del gobierno y de la Iglesia. La naciente clase media estaba integrada por mineros, comerciantes, eclesiásticos, mili- tares e intelectuales (escritores, poetas, abogados, historiadores, filósofos, etcétera). Algunas mujeres de la clase alta y de la clase media, se dedicaban a dar la instrucción mencionada anteriormente a las mujeres de clase trabajadora; además, una mayoría de ellas se educaba en el arte de la buena conversación, pues en ese entonces, según los estereo- tipos de género de la época, se decía que tener buenos modales, una conversación con voz suave, vestirse bien y actuar de manera delicada eran virtudes esenciales para las mujeres pues así ejercerían bien la función de acompañante de sus esposos. Era común que además se les enseñara a tocar algún instrumento musical como el violín o el piano para amenizar las tertulias. Las escuelas a las que asistían tenían una disciplina muy rígida mediante la cual se fomentaba la sumisión y docilidad de la mujer. Asimismo, se les enseñaban destrezas consideradas propias de la mujer, como escribir caligráficamente (con letra muy bonita), bordar y tejer. En ese entonces, el principal destino femenino era el
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