Page 30 - Cementerio de animales
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—Está dentro de la propiedad, desde luego.
               Lo cual, según pensó Louis, no era lo mismo.




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               Hacía  más  fresco  en  el  bosque,  tal  vez  cinco  o  seis  grados  menos.  El  sendero

           seguía siendo ancho, estaba jalonado de tiestos y latas de café con flores —marchitas,
           la  mayoría—  y  alfombrado  de  agujas  de  pino.  Habían  recorrido  medio  kilómetro,
           ahora cuesta abajo, cuando Jud llamó a Ellie, que había vuelto a adelantarse.

               —Éste es un paseo muy bonito para una niña —le dijo cariñosamente—, pero,
           quiero  que  prometas  a  tus  padres  que  cuando  vengas  por  aquí  no  te  saldrás  del
           camino.

               —Lo prometo —dijo Ellie con rapidez—. ¿Por qué?
               Jud miró a Louis, que se había parado a descansar. El acarrear a Gage, incluso a la
           sombra de aquellos viejos abetos, era trabajo duro.

               —¿Sabes dónde estamos? —preguntó Jud.
               Louis  repasó  mentalmente  todas  las  respuestas  posibles  y  fue  desestimándolas
           una a una: Ludlow, Ludlow Norte, detrás de mi casa, entre la carretera 15 y Middle

           Drive. Movió la cabeza.
               Jud señaló por encima de su hombro con el pulgar.
               —Por ahí está todo —dijo—. La ciudad y demás. Por aquí, sólo bosques y más

           bosques en un radio de más de ochenta kilómetros. Lo llaman los bosques de Ludlow
           Norte, pero abarcan una punta de Orrington, parte del término de Rockford y llegan
           hasta esas tierras del gobierno que los indios reclaman. Sé que parece extraño que

           vuestra hermosa casita, situada al pie de la carretera principal, con su teléfono, su luz
           eléctrica y su televisión por cable, linde con bosques vírgenes, pero así es. —Volvió a
           mirar a Ellie—. Lo que quiero decir es que no debes andar vagando por ahí, Ellie.

           Podrías perderte y sabe Dios dónde irías a parar.
               —No lo haré, Mr. Crandall. —Ellie estaba impresionada, y hasta intimidada, pero

           no asustada, según advirtió Louis. Rachel, sin embargo, miraba a Jud con gesto de
           preocupación,  y  el  propio  Louis  se  sentía  un  poco  intranquilo.  Lo  atribuyó  al
           instintivo temor que la gente de ciudad experimenta hacia los bosques. Hacía más de
           veinte  años,  desde  su  época  de  "boy-scout",  que  Louis  no  tenía  una  brújula  en  la

           mano, y sus recuerdos de cómo orientarse por la estrella Polar o por el lado en el que
           crece el musgo en los troncos de los árboles eran tan vagos como los de la forma de

           hacer nudos de margarita o de media pina.
               Jud los miraba sonriendo ligeramente.
               —De todos modos, no hemos perdido a nadie en estos bosques desde 1934. Por lo
           menos, a nadie de por aquí. El último fue Will Jeppson, y no puede decirse que fuera




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