Page 30 - Cementerio de animales
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—Está dentro de la propiedad, desde luego.
Lo cual, según pensó Louis, no era lo mismo.
* * *
Hacía más fresco en el bosque, tal vez cinco o seis grados menos. El sendero
seguía siendo ancho, estaba jalonado de tiestos y latas de café con flores —marchitas,
la mayoría— y alfombrado de agujas de pino. Habían recorrido medio kilómetro,
ahora cuesta abajo, cuando Jud llamó a Ellie, que había vuelto a adelantarse.
—Éste es un paseo muy bonito para una niña —le dijo cariñosamente—, pero,
quiero que prometas a tus padres que cuando vengas por aquí no te saldrás del
camino.
—Lo prometo —dijo Ellie con rapidez—. ¿Por qué?
Jud miró a Louis, que se había parado a descansar. El acarrear a Gage, incluso a la
sombra de aquellos viejos abetos, era trabajo duro.
—¿Sabes dónde estamos? —preguntó Jud.
Louis repasó mentalmente todas las respuestas posibles y fue desestimándolas
una a una: Ludlow, Ludlow Norte, detrás de mi casa, entre la carretera 15 y Middle
Drive. Movió la cabeza.
Jud señaló por encima de su hombro con el pulgar.
—Por ahí está todo —dijo—. La ciudad y demás. Por aquí, sólo bosques y más
bosques en un radio de más de ochenta kilómetros. Lo llaman los bosques de Ludlow
Norte, pero abarcan una punta de Orrington, parte del término de Rockford y llegan
hasta esas tierras del gobierno que los indios reclaman. Sé que parece extraño que
vuestra hermosa casita, situada al pie de la carretera principal, con su teléfono, su luz
eléctrica y su televisión por cable, linde con bosques vírgenes, pero así es. —Volvió a
mirar a Ellie—. Lo que quiero decir es que no debes andar vagando por ahí, Ellie.
Podrías perderte y sabe Dios dónde irías a parar.
—No lo haré, Mr. Crandall. —Ellie estaba impresionada, y hasta intimidada, pero
no asustada, según advirtió Louis. Rachel, sin embargo, miraba a Jud con gesto de
preocupación, y el propio Louis se sentía un poco intranquilo. Lo atribuyó al
instintivo temor que la gente de ciudad experimenta hacia los bosques. Hacía más de
veinte años, desde su época de "boy-scout", que Louis no tenía una brújula en la
mano, y sus recuerdos de cómo orientarse por la estrella Polar o por el lado en el que
crece el musgo en los troncos de los árboles eran tan vagos como los de la forma de
hacer nudos de margarita o de media pina.
Jud los miraba sonriendo ligeramente.
—De todos modos, no hemos perdido a nadie en estos bosques desde 1934. Por lo
menos, a nadie de por aquí. El último fue Will Jeppson, y no puede decirse que fuera
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