Page 28 - Cementerio de animales
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Aquel sábado, cuando Ellie había terminado su primera semana de colegio y
estaba a punto de empezar el curso de la universidad, Jud Crandall cruzó la carretera
y se acercó a la familia Creed que estaba sentada en el jardín. Ellie acababa de bajar
de la bicicleta y bebía un vaso de té helado. Gage gateaba por la hierba, examinando
insectos y tal vez comiéndose alguno que otro. Gage no era exigente en la selección
de sus fuentes de proteínas.
—Hola, Jud —dijo Louis poniéndose en pie—. Te traeré una silla.
—No hace falta. —Jud llevaba jeans, camisa de algodón a cuadros y unas botas
verdes. Mirando a Ellie, dijo—: ¿Aún quieres saber adonde lleva ese camino, Ellie?
—¡Sí! —dijo la niña, levantándose de un salto, con los ojos brillantes—. George
Buck me dijo en la escuela que iba al cementerio de las mascotas y yo se lo conté a
mamá, pero ella dice que será mejor que me lleves tú, porque sabes dónde es.
—Y tiene razón —dijo Jud—. Si no tenéis inconveniente, nos iremos dando un
paseo. Pero debes ponerte botas. Hay bastante barro en ese camino.
Ellie corrió hacia la casa.
Jud la siguió con una mirada afectuosa y divertida.
—¿Nos acompañas, Louis?
—Encantado. —Louis miró a Rachel—. ¿Vienes tú, cariño?
—¿Y Gage? Tengo entendido que hay que andar más de dos kilómetros.
—Lo llevaré en la sillita-mochila.
—De acuerdo —rió Rachel—. Pero la espalda es suya, jefe.
* * *
Salieron diez minutos después, todos calzados con botas, excepto Gage, que iba
colgado de los hombros de su padre, mirándolo todo con ojos redondos. Ellie
correteaba delante, persiguiendo mariposas y recogiendo flores.
La hierba del prado estaba muy alta; les llegaba casi por la cintura, y había mucha
vara de oro, ese heraldo de finales del verano que todos los años viene anunciando el
otoño. Pero aquel día no se advertía en el aire ni asomo del otoño; el sol era todavía
de agosto, a pesar de que, según el calendario, llevaban ya casi dos semanas de
septiembre. Cuando llegaron a lo alto de la primera cuesta, andando a buen paso por
el recortado sendero, Louis tenía manchas de sudor en la camisa, en la zona de las
axilas.
Jud hizo un alto. Al principio, Louis pensó que el viejo se había quedado sin
aliento, pero luego reparó en el panorama que se ofrecía detrás.
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