Page 31 - Cementerio de animales
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una gran pérdida. Aparte de Stanny Bouchard, Will era el mayor borracho de este
           lado de Bucksport.
               —A nadie de por aquí —dijo Rachel, con una voz un poco forzada, y Louis casi

           podía leerle el pensamiento: «Y nosotros no somos de por aquí.» Por ahora.
               Jud meditó un momento y luego asintió.
               —Cada dos o tres años se pierde algún que otro forastero, porque la gente cree

           que,  estando  tan  cerca  de  la  carretera  principal,  nadie  va  a  extraviarse.  Pero,  más
           tarde o más temprano, los encontramos. No hay que preocuparse.
               —¿Hay  alces?  —preguntó  Rachel  con  recelo.  Y  Louis  sonrió.  Si  ella  quería

           preocuparse, no le faltarían motivos.
               —A veces se ve alguno —dijo Jud—. Pero no son peligrosos, Rachel. Durante la
           época  del  apareamiento  andan  un  poco  soliviantados,  pero  habitualmente  se

           conforman  con  mirar.  A  los  únicos  a  los  que  parecen  tenérsela  jurada  fuera  de  la
           época del celo son a los de Massachusetts. No sé por qué, pero así es. —Louis pensó

           que el viejo bromeaba, pero no estaba seguro. Jud parecía hablar muy en serio—. Lo
           he visto una y otra vez. Tipos de Saugus, de Milton o de Weston subidos a los árboles
           y chillando que les perseguían manadas de alces del tamaño de un camión. Es como
           si los alces pudieran oler a los de Massachusetts. A lo mejor lo que huelen son las

           prendas de L. L. Bean. No sé. Me gustaría que universitarios de esos que estudian el
           comportamiento de los animales eligieran el tema para su tesis, pero no creo que a

           nadie se le ocurra.
               —¿Qué es la época de celo? —preguntó Ellie.
               —Ahora eso no importa —dijo Rachel—. No quiero que vengas por aquí si no es
           con una persona mayor, Ellie. —Rachel dio un paso hacia Louis.

               Jud parecía contrariado.
               —Yo no quería asustarte, Rachel. Ni tampoco a la niña. No hay que tenerle miedo

           al bosque. El camino es seguro. En primavera se llena de hierba, y en algunos puntos
           hay barro todo el año, menos en el cincuenta y cinco, que fue el verano más seco que
           yo recuerde; pero ni siquiera hay hiedra venenosa, como en los campos que están al
           lado del jardín de la escuela. Y procura no tocarla Ellie, si no quieres pasarte tres

           semanas metida en un baño de almidón.
               Ellie ahogó la risa con la mano.

               —El camino es seguro —dijo Jud a Rachel, que no parecía muy convencida—. Si
           hasta Gage podría seguirlo… Y, como ya os dije, los chicos del pueblo vienen mucho
           por aquí. Ellos lo limpian. Y lo hacen sin que nadie se lo mande. No quisiera privar a

           Ellie de esta diversión. —Se inclinó haciendo un guiño—. Esto es como otras muchas
           cosas de la vida, Ellie: si te mantienes en el camino, todo va bien; pero, a la que te
           sales, como no tengas suerte, te pierdes. Y luego tiene que salir a buscarte un grupo

           de rescate.




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