Page 13 - El Misterio de Salem's Lot
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y una avidez sorprendentes; eran unos ojos azules, muy irlandeses. Cuando el hombre
alto llegó a su casa, el cura estaba sentado en el porche tomando el té. Junto a él había
un hombre bien trajeado, con el cabello peinado con raya en medio y tal cantidad de
brillantina que al hombre alto le hizo pensar en viejas fotografías de 1890.
―Soy Jesús de la Rey Muñoz ―se presentó el hombre―. El padre Gracon me
pidió que hiciera de intérprete, porque él no sabe inglés. El padre ha hecho a mi
familia un gran servicio que no me está permitido mencionar. Mis labios
permanecerán igualmente sellados respecto al problema que él quiere plantear. ¿Está
usted de acuerdo?
―Sí. ―El hombre estrechó la mano de Muñoz y después la de Gracon. Éste
habló en español sonriendo. No le quedaban más que cinco dientes, pero su sonrisa
era alegre y amplía.
―Pregunta si aceptaría usted una taza de té. Es té de menta, muy refrescante.
―Me encantaría.
―El muchacho no es su hijo ―dijo el sacerdote una vez superadas las
formalidades.
―No.
―Su confesión fue muy extraña. En realidad, en toda mi vida de sacerdote no
había oído una confesión tan extraña.
―No me sorprende.
―Y lloró ―continuó el padre Gracon mientras bebía su té―, con un llanto
intenso y terrible que parecía proceder de lo más profundo de su alma. ¿Debo hacer la
pregunta que esa confesión implica?
―No ―respondió con calma el hombre alto―. No es necesario. Le dijo la
verdad.
Ya antes de que Muñoz se lo tradujera, Gracon asentía con la cabeza y su rostro
había cambiado de expresión. Se inclinó hacia adelante, con las manos cruzadas entre
las rodillas, y habló durante largo rato. Muñoz le escuchaba atentamente con el rostro
inexpresivo. Cuando el sacerdote terminó, el intérprete empezó a hablar.
―Dice que en el mundo hay cosas extrañas. Hace cuarenta años, un campesino
de El Graniones le trajo una lagartija que gritaba como si fuera una mujer. También
ha visto un hombre que tenía estigmas, el sello de la pasión de Nuestro Señor, y que
le sangraban las manos y los pies el Viernes Santo. Dice que esto es una cosa terrible
y tenebrosa. Grave para usted y para el muchacho (sobre todo para el chico). Es algo
que le está carcomiendo. Dice...
Gracon volvió a hablar brevemente.
―Pregunta si usted entiende qué es lo que ha hecho en esta Nueva Jerusalem.
―En Jerusalem's Lot ―repitió el hombre―. Sí, lo entiendo.
Gracon volvió a hablar.
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