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la actualidad de parte de las autoridades. Me permití ser mejor, mejoré   EL AÑO RURAL
 mi escritura con algunos cursos, y ahora soy coautor de un libro. Hoy se,
 que la lesión sufrida meses atrás, tenía un propósito de vida y por eso me
 sucedió en la cancha que es el lugar que más me gusta. Dolió, pero me   El año de medicina rural sin duda es, para la mayoría de médicos, el
 hizo crecer, enfocarme y centrarme en lo que quiero.  tiempo en donde se viven la mayoría de anécdotas y vivencias; experien-
               cias nuevas, de las buenas y de las otras, ciertamente únicas todas ellas,
               y en más de una vez serán inicio de conversación en reuniones familiares
 Autor: IRM. Christian Aldaz Saca  y de amigos.
                  Mi historia, como tantas otras, se origina en la rural en la provincia
               del  Napo, muy adentro  en la selva  amazónica,  cuyo centro  de salud
               atiende a dieciséis comunidades que se encuentran en las orillas del Río
               Napo; un lugar alejado de toda civilización moderna al que se puede
               llegar únicamente por vía fluvial. ¿Televisión? ¿Radio?, ¿Internet?, ¿Ce-
               lular? Nada de las comodidades modernas se encontraban disponibles
               allí y con lo único que se contaba era con energía eléctrica, a veces, y un
               teléfono satelital con el cual realizábamos las llamadas para realización
               de transferencias.
                  La atención a los pacientes se realizaba de domingo a domingo, vein-
               ticuatro horas al día, dado que la residencia se encontraba a veinte pasos
               del lugar, lo cual permitía solventar cualquier emergencia sin importar la
               hora. Cabe mencionar que las comunidades son de muy bajos recursos
               económicos y, en más de una ocasión, las personas acudían a pie.
                  En un día lluvioso y poco común, en el que extrañaba el hecho que no
               habían asistido pacientes, llegó una camioneta al puesto de salud y dentro
               de ella dos señoras muy preocupadas. Todo el personal se quedó pensa-
               tivo pues no suelen haber camionetas en el pueblo y tampoco suelen traer
               pacientes; lo primero que se puede suponer en una situación así, es que
               se trataba de una emergencia, algún accidente o, más comúnmente, una
               mujer en labor de parto.

                  Para nuestra sorpresa las señoras estaban sanas, aparentemente, pero
               bastante inquietas. Al acercarnos a ellas, nos pidieron el teléfono satelital
               sin darnos mayor razón. Por el limitado espacio con el que se cuenta
               en el centro de salud, era inevitable escuchar la conversación de ellas,
               desesperadas, y al parecer buscaban a alguien. A continuación, nos pre-
               guntaron si había venido alguien al puesto de salud en canoa o a pie, y
               con angustia respondimos que no había llegado ningún paciente ese día.
               Al escucharlo, su angustia se transformó en pánico y rompieron en llanto,
               entonces procedieron a explicarnos que buscaban a su hermana menor,
               quien estaba con contracciones y había partido hacia el puesto de salud
               sola. Con asombro le preguntamos por qué habría de salir sola, a pie, en
               un día lluvioso en esas condiciones, a lo que nos respondieron que habían
               discutido y la embarazada decidió salir por cuenta propia, ya que nos las
               quería presentes.
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