Page 100 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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Fue un martes de enero —el verano pampino
crepitaba en la cal reseca de las calaminas— cuando el
Feo y la muchacha aparecieron tomados de la mano en
las calles del campamento.
Era la pareja más dispareja que habíamos visto en
mucho tiempo.
Ella era rubia; él, moreno. Ella no demostraba más
de veinte años, él andaría por los cuarenta. Ella era
bellísima; él, feo. Ella sonreía siempre; él, nunca (por
lo mismo, costó darse cuenta de su quilatoso diente de
oro). La fuerza y energía que emanaban de él
contrastaban con la fragilidad y la languidez de ella.
Alta, delgada, pálida hasta la transparencia, se notaba a
la legua que a la muchacha un mal la estaba
consumiendo.
Parecía una garza enferma.
Llegaron a Coya en el tren del norte. Venían en
busca de trabajo. Dejaron su equipaje encargado en la
pastelería —dos maletas grandes de madera, una
pequeña de cuero y una caja de cartón— y averiguaron
con el mismo dueño del local dónde quedaba el
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