Page 102 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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establecimiento de la oficina en donde había un
wurlitzer y se podían oír los éxitos musicales del
momento.
El sargento Zulemo, el carabinero más gordo y
bonachón del cantón Central, se sentó junto a ellos en
la acera, a la sombra tibia del alero de cañas (no sin
antes cerciorarse de que no anduviera por ahí,
merodeando, el Mocho), se secó la frente con su
pañuelo arrugado, y mientras en el tragamonedas
sonaba el bolero Quémame los ojos, en la voz tórrida
de Humberto Lozan, les preguntó si andaban de
turistas.
Ellos dijeron que no.
Les preguntó si buscaban trabajo.
Dijeron que sí.
Que si habían encontrado.
Que no.
Cuando el sargento se guardó el pelotón de su
pañuelo en un bolsillo de la guerrera y les preguntó qué
parentesco tenían y ellos dijeron que eran casados, les
pidió, por favor, que le mostraran la libreta de
matrimonio: él se llamaba Fernando Noble; ella, Ana
del Carmen Santa Fe; ella tenía diecinueve años, él,
treinta y nueve; y, según constaba en el flamante
documento, se habían casado hacía solo tres días en el
pueblito de Pozo Almonte.
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