Page 147 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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entusiasmo, apostando a que el dichoso túnel no era
más que un hoyo de unos cuantos metros, sin ninguna
trascendencia. En eso me equivocaba rotundamente. Al
llegar al recinto, un funcionario de gendarmería
acababa de introducirse a inspeccionar el socavón —
cuya boca medía noventa centímetros de diámetro— y,
al bajar los tres metros de profundidad, vio que el túnel
se dividía en dos brazos, uno, el más corto,
desembocaba en una de las celdas más cercanas a la
parroquia, y el otro iba en dirección norte, como hacia
la calle Sucre. Pero este resultó mucho más largo de lo
que se pensaba y el gendarme se devolvió. Se van a
necesitar algunos dispositivos de seguridad para
explorarlo, dijo al salir. Cuando llegaron los cascos, las
linternas, las antiparras y los tubos de oxígeno,
elementos facilitados por la misma empresa de
demolición, se me ocurrió pedir autorización para bajar
también a inspeccionar el agujero. Quería ver si esa
pequeña aventura me daba para una crónica en el
suplemento dominical. No hubo ningún reparo para
darme el permiso y, entonces, a la par con el más flaco
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