Page 175 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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aire de colores y trizando de trinos el duro
diamante del mediodía.
«Era un remolino de pájaros», decían los viejos,
riendo.
Esto sucedió en el cantón de Aguas Blancas. Y
se dice que por el tiempo en que Malarrosa
aprendía a dar sus primeros pasos, aún era
posible vislumbrar de pronto el colorido plumaje
de alguno de estos prófugos posado en los cables
del telégrafo. Todavía por las tardes los asoleados
de las oficinas salitreras llegaban a las cantinas
contando el milagro de un sinsonte que llegó a
trinarles a la calichera en busca de agua. A veces,
en la indolente hora de la siesta pampina, un
mirlo o un cardenal entraba por la ventana de
alguna casa de remolienda y las putas más
jóvenes, alborotadas como niñas de las monjas,
corrían chillando desnudas por los aposentos
tratando de capturarlo con sus negligés de seda.
El padre de Malarrosa contaba que su pequeña
hija una vez atrapó un canario (su madre decía
que era un jilguero) al que sorprendió picoteando
las semillas de las ramas de la escoba. Después de
un tiempo ya sólo se encontraban pájaros
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