Page 42 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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En las tertulias del café con sus amigos, los artistas
—el Pintor de Desnudos, el Escultor de Locomotoras,
el Fotógrafo de Cerros, el Actor de Teatro Infantil y la
Poetisa Erótica—, a veces alguien aledaño a la mesa
mete su cuchara para comentar que es la primera vez
que sabe de un ángel que escribe epitafios. Él deja su
libretita de apuntes sobre la mesa, si es que la tiene en
la mano, bebe un sorbo de su té ya frío y, con sus
lentes a media asta, retruca con desaliento que en
verdad el señor está equivocado, que la señorita o
señora está equivocada, él es todo lo contrario: apenas
un indigente escritor de epitafios que a veces las oficia
de ángel.
De ángel sin alas, por supuesto.
Para esa clase de oyentes neófitos esto debe quedar
claro desde el comienzo: los ángeles con alas no
existen. Si precisaran de alas, pontifica con natural
parsimonia —nunca con tono ni gravedad de científico
—, requerirían también de colosales músculos para
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