Page 37 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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real y terriblemente bella. Una mujer se acerca y le
pregunta si puede sentarse. La estaba esperando, dice
él, atolondrado, y de inmediato se sorprende de lo que
ha dicho. Ella comienza a hablar; él, espiritualizado,
la contempla en silencio, piensa que esa mujer tiene un
aura como de flor azul. Sus ojos marchitos denotan
largas noches de llanto. Tras un rato de conversación
intrascendente, la oye contar la gran congoja de su
espíritu. Vean con qué consagración él la escucha, la
atiende, la considera; luego, de modo natural, sin
rituales ni ceremonias —los ángeles saben que los
ritos no hacen sino impedir los milagros—, le habla
con palabras simples como guijarros pulidos, que para
la mujer devienen en revelación divina. Tras unos
minutos, se despide: «Usted es un ángel», le dice, y se
aleja bajo el azogue reverberante del mediodía. Él se
queda observándola por sobre el marco de sus
bifocales; su estela ya no es la de una flor triste, ahora
ella sabe que a través de las lágrimas se puede ver
mejor a Dios. Lentamente entonces retorna a su
circunstancia: vuelve a ser hombre, parroquiano del
café, escritor de epitafios (el grano de azúcar deja de
ser montaña y el astro con luz propia, que llameaba
sobre la mesa, vuelve a ser azucarero de metal). Bebe
un sorbo de su infusión, se acomoda los lentes, respira
hondo. Nadie se ha percatado del prodigio. Nadie se
ha dado cuenta de su transfiguración. Con la
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