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LÁGRIMAS DEL CORAZÓN

                      En uno de esos días, salí de casa y comencé a andar. Por el
                  camino vi a un camaleón cuyo color se estaba cambiando según el
                  color de la luz del sol. Su quietud y serenidad me impresionaron
                  profundamente. Parecía estar bajo los efectos de la comprensión
                  espiritual. Me dije: ‘Le pediré intercesión a este animal en el Día
                  del Juicio. Este animal bendito debe de estar en el nivel de poder
                  interceder por los demás.’ Seguí contemplándole unos instantes
                  más con sincero respeto. Elevé mis brazos. El animal se puso de
                  espaldas y miró al cielo. Entonces dije: ‘Amin.’

                      Luego mi maestro me pidió que limpiase los caminos y las
                  calles de todo que pudiera molestar a los transeúntes. Me dediqué
                  a esta tarea durante siete años; mi ropa siempre estaba cubierta
                  del polvo de las piedras y de las calles que limpiaba.

                      Resumiendo, hice exactamente lo que me decía mi maestro
                  Amir Qulal, y lo hacía con absoluta sinceridad y lealtad. Mi nafs
                  alcanzó gran placer espiritual y mi estado cambió radicalmente.”
                  (Al – Hadiqatu’l Wardiyya, p. 545-547)
                      Otro ejemplo lo tenemos en el imam Ghazzali quien decidió
                  vivir en el estado de la “nada” durante un tiempo para poder
                  acercarse al Señor, ya que en cuanto al conocimiento, había
                  alcanzado el cenit.
                      Después de conceder el triunfo en la batalla de Badr, al
                  Profeta Muhammad (r) y a sus Compañeros, Allah les recordó
                  su “nada” en la siguiente ayah:
                      “Y no los matasteis vosotros, Allah los mató. Ni tirabas tu
                  cuando tirabas sino que era Allah quien tiraba.” (Anfal, 8:17)

                      El poder que cada uno detenta depende de como esté
                  predestinado en el Plan Divino. Por esa razón se dice: La hawla
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