Page 212 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               Mi estilo de trabajo, para un puerta a puerta para hogares de lanzamiento de pro-
            ducto, en barrios, ciudades o pueblos, en este caso Bogotá, era así. Encuentro en el
            sitio donde íbamos a trabajar ese día, perfectamente uniformadas y desayunadas, a
            las 7 de la mañana, de lunes a sábado, le dábamos derecho hasta las 3 de la tarde y
            parábamos a descansar, almorzar, cuadrar cuentas en el sector donde estuviéramos
            así éramos (consideraba yo), más productivos en el trabajo diario, este sistema siem-
            pre me dio resultado en ventas y dinámica de grupo.


               Pero una cosa es la que piensa el burro, o sea yo, y otra cosa el que lo está enjal-
            mando, o sea los jefes, los genios, los que manejan todo desde una oficina. Ellos me
            cambiaron el libreto, el estilo de trabajo para esta campaña. Ahora trabajábamos desde
            las 6:30 de la mañana, el punto de encuentro era la planta de Fontibón y debíamos
            parar a almorzar entre 12:30 y 1:30 de la tarde, luego reanudar labores, de las 2 de la
            tarde hasta las 5, hora que desde el sitio, el personal femenino (10 en total), debían irse
            para sus casas.


               Con los ojazos habladores y con su gran “pechonalidad”, eso fue lo que me enloque-
            ció y agréguele, estimado lector, que esta dama, que me movió la aguja, me remato con
            su actitud a la hora del almuerzo. A cada miembro se le daba en efectivo, el valor de
            su corrientazo, todos almorzaban y como yo debía estar pendiente que así lo hicieran,
            me di cuenta de que Ligia no lo hacía. Después de varios días de estar pendiente de
            esta anomalía, ya que mujer sin comer, no rinde en el trabajo…y comida sí que menos,
            no mentiras, es que si no almorzaba, en un chequeo que hicieran los supervisores de
            Coca-Cola y se dieran cuenta de ello, el jodido era yo, me sancionaban.


               Una tarde le pregunte: “Oye, tu porque no almuerzas…?, no ves que te vas a en-
            fermar”, ella se puso a llorar y me confesó su drama; “Lo que pasa es que soy madre
            soltera y lo que me dan para mi almuerzo, yo lo utilizo para llevarle la leche diaria a mi
            bebe”. Yo me emocioné y empecé a tratarla de una manera más especial, les juro que,
            sin mala intención, sin morbo, pero como decía el chapulín colorado, “fue sin querer
            queriendo”. Ahora si saben porque esta mujer me movió la aguja…? Desde ese mo-
            mento, Ligia se convertiría en mi protegida y consentida, le dije: “Almuerce tranquila,
            que yo le doy para la leche de su chino”, y así fue, pero yo no soy de palo, Ligia empezó
            a gustarme, más de lo debido, se volvió mi mano derecha en el trabajo, mi confidente,
            poco a poco nos fuimos enredando, la pasión y el amor nos ganaron. De esa relación
            tan intensa, salió un fruto, que sin tener la culpa, le tocaron los platos rotos.


               Yo fui un cobarde y un traicionero con mi familia, no supe asumir mi rol de padre, por
            eso pido perdón a través de estas líneas a Libertad (lo hice con todo el corazón, antes
            de que falleciera), a Sandra, a Jorge Alejandro y a Patricia, lo estoy haciendo poco a
            poco, deben comprender que para mí es muy berraco, asumir la responsabilidad de
            lo que hice, ya no se puede dar marcha atrás, lo que fue… fue…! Nuevamente per-
            dón y gracias.  Para concluir, espero que Ligia, esa mujer aguerrida, bonita, cariñosa,




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