Page 61 - Contemplando
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La pequeña imagen de la Virgen de los Treinta y Tres es una talla en madera
           procedente de los talleres de las misiones que los jesuitas tenían en el Para-
           guay a mediados del siglo XVIII. Cuando a principios del siguiente siglo, el ve-
           cindario del Pintado logró la construcción de una parroquia, los principales
           pobladores se consagraron a su Patrona la Inmaculada, bajo la advocación de
           Nuestra Señora de Luján.
              Su primer párroco, el presbítero Santiago Figueredo, en vista de la pobreza
           y aridez de aquellos terrenos, resolvió trasladar la parroquia a otro lugar más
           cómodo y propicio para el culto de la Virgen. Acudió al Cabildo de Montevi-
           deo y una vez obtenido el permiso, los vecinos del Pintado se trasladaron a
           la que hoy es la ciudad de Florida. En este lugar se construyó otra capilla y se
           colocó a la Virgen de Luján.
              En 1805, la nueva ciudad fue erigida en sede parroquial. Veinte años después,
           Florida fue teatro de un acontecimiento fundamental de la historia del Uruguay.
           Entonces su territorio, invadido por los ejércitos de Portugal, había sido anexado
           al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. El pueblo, no resignado a esta de-
           nominación, esperaba el momento oportuno para sacudir el yugo.
              El mismo año los jefes orientales inclinaron la bandera tricolor ante la imagen
           de la Virgen, llamada desde entonces la Virgen de los Treinta y Tres. El 25 de
           agosto de 1825, los convencionales del Congreso de la Florida, después de sus-
           cribir el acta de la independencia en un rancho situado al lado de la Iglesia de
           la Virgen, se dirigieron a ella y arrodillados al pie de la sagrada imagen, le pi-
           dieron que fortaleciera sus corazones y les diera valor para llevar a feliz término
           sus anhelos de emancipación. El triunfo coronó sus esfuerzos y la devoción a
           la Virgen de los Treinta y Tres quedó ligada a la libertad de Uruguay.
              La “Libertadora del Uruguay” porta desde 1857 una corona de oro y piedras
           preciosas, regalo del general Manuel Oribe, segundo jefe de los Treinta y Tres,
           que luego fue presidente de la República. Lo desproporcionado del tamaño
           de esta corona –una extraordinaria obra de orfebrería– ha venido a ser la nota
           distintiva de esta advocación mariana.
              El 25 de agosto de 1975, al cumplirse los 150 años de su independencia,
           la nación uruguaya declaró oficialmente Monumento Histórico a esta imagen
           de la Virgen y al templo donde se la venera.
              La Virgen de los Treinta y Tres mide 36 cm de alto. Es una talla barroca de
           la Asunción de la Virgen, cuyas vestiduras parece que se mueven al viento por
           la abundancia de sus pliegues.
              La imagen fue coronada canónicamente en 1961, por concesión de Su San-
           tidad el papa Juan XXIII, quien al año siguiente la proclamó oficialmente Pa-
           trona del Uruguay.


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