Page 57 - Contemplando
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Poco después el mercader llegó a Roma con el cuadro y, tras algunas re-
           sistencias de la familia, el icono pasó a ocupar un lugar preferente en la Iglesia
           de San Mateo, regentada por los agustinos. Era el año 1499, en tiempos del
           papa Alejandro VI. La Iglesia de San Mateo era un templo menor entre las
           grandes basílicas de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. Allí permane-
           ció la imagen del Perpetuo Socorro durante trescientos años. Los escritores de
           la época narraron ampliamente los milagros atribuidos a la imagen. El siglo
           XVII parece ser el más intenso en la devoción y culto a la Virgen del Perpetuo
           Socorro.
              En febrero de 1798, con la invasión de Napoleón, sus tropas se apoderaron
           de Italia y destruyeron en Roma más de treinta iglesias, entre ellas la de San
           Mateo. Los religiosos agustinos salvaron el icono y se lo llevan consigo a una
           pequeña capilla, donde quedó sin culto popular y en el olvido.
              En 1855 los Redentoristas compraron unos terrenos al lado de la Via Me-
           rulana, muy cerca de Santa María la Mayor. Se llamaba Villa Caserta y en su
           interior algún día estuvo edificada la Iglesia de San Mateo. A través del padre
           Miguel Marchi se descubrió en 1865 el paradero del icono. El 11 de diciembre
           de 1865, los hijos de San Alfonso María de Ligorio solicitaron al Papa la con-
           cesión del Perpetuo Socorro. El 19 de enero de 1866 la imagen regresó a la
           Iglesia de San Alfonso, en el mismo emplazamiento donde había estado tres
           siglos.
              Restaurada la imagen, ocupó el centro del ábside de la Iglesia de San Al-
           fonso y su devoción e influencia se extendió a los cinco continentes. El papa
           Pío IX dijo, en la audiencia al Superior General de los Redentoristas el 11 de
           diciembre de 1865: “Den a conocerla a todo el mundo”. Juan Pablo II, en su
           autobiografía Don y misterio, al referirse a los orígenes de su vocación sa-
           cerdotal, afirma: “No puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a
           la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la pa-
           rroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral
           dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del
           comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al
           acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para
           rezar a la Virgen”.















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