Page 330 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            El director técnico Ernesto Guerra, un comandante de mil batallas,
            puso todos sus conocimientos para planificar y preparar la estrategia
            que aplicaría en el campo de juego, además mantuvo varias sesiones
            de motivación con los jugadores para infundirles casta, valor y coraje.

            Llegó el día esperado del partido y todo estaba perfectamente
            coordinado. El viaje se cumplió en un avión de Tame, arribando a la
            base aérea de Guayaquil. En las instalaciones militares se realizó la
            preparación de los jugadores y la charla técnica previa al partido.


            En el trayecto rumbo al estadio se dieron diferentes manifestaciones
            de los hinchas barcelonistas y a cinco cuadras antes de llegar al estadio
            se produjo una interrupción en el transito provocada por la multitud.
            Jugadores, cuerpo técnico y directivos llegamos caminando a las
            puertas de ingreso del estadio, las mismas que estaban cerradas y con
            candado. Luego del ingreso constatamos que el camerino estaba recién
            pintado, el piso mojado y un parlante en la ventana del camerino con
            el volumen al máximo. Habíamos previsto en la planificación que algo
            así podía pasar y la solución teníamos de inmediato. Los jugadores y el
            cuerpo técnico no tuvieron problemas para realizar el calentamiento
            respectivo antes del partido, el mismo que le hicieron en los corredores,
            donde ya teníamos instalados ventiladores y colchonetas.


            Inspeccionamos la puerta de salida a la cancha y constatamos que no
            era conveniente salir por ahí, existía una puerta pequeña que daba al
            campo de juego, la misma que fue usada para que el equipo emerga, y se
            detrminó que sea en el mismo momento que Barcelona ingrese al campo
            de juego con el fin de confundir los aplausos y las pifias de los hinchas.


            El estadio Monumental del Salado mostraba un impresionante llenazo,
            era una fiesta del fútbol, digna de una final. El color era amarrillo,
            las pancartas ya saludaban al campeón. Daban por un hecho, que
            Barcelona sería nuevamente campeón. Sin embargo, el partido todavía
            no se jugaba, había que esperar 90 minutos para el desenlace final.

            El equipo de El Nacional, estaba ya en la cancha, era el momento de la
            verdad para demostrar el pundonor, la casta, el coraje y la experiencia

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