Page 72 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            a Bolívar Vivero y Juan Ruales. La premonición del ‘Negro’ Laso con
            el tiempo se cumplió, porque los tres forjamos carreras trascendentes.


            Hice una buena campaña en las filas del Argentina, hasta que los
            dirigentes del Guayas inauguraron el profesionalismo. Un año después,
            Pichincha siguió el ejemplo. Corría el año 1954. Fue una época pródiga
            que marcó la aparición de grandes dirigentes, que promovieron y
            consolidaron el funcionamiento de AFNA.

            Era una plana de lujo, con el doctor Jaime del Castillo en Aucas;
            Pablo Guerrero en Deportivo Quito; Enrique Martínez, el suegro de
            Eduardo Zambrano en Liga Deportiva Universitaria; Miguel Mascaró
            en el España y un gerente que fue un verdadero lujo, el ingeniero
            Germán Dávila Leoro. Un hombre de avanzada, con una mentalidad
            renovadora. El fue quien intuyó que había que cambiarle el nombre
            al Argentina para darle identidad con la ciudad. Así nació el glorioso
            Deportivo Quito.

            Germán Dávila manejaba los hilos financieros con celo y percibía lo
            que la afición quería. Programaba dobletes y el actor del partido de
            fondo siempre era el Aucas, que era el equipo más taquillero. El que
            mayor hinchada tenía, es justo reconocerlo. Era el tiempo de César
            Garnica, sus bombazos con pura dinamita y las remontadas históricas.


            Era un Aucas extraordinario en el que alineaban entre otros, Armando
            Zurita, ‘Chalmeta’ Naranjo, Eloy Mejía, Luis Torres, Bermeo, Carlos
            Garnica, Gavilánez y aparecían los primeros brotes de calidad de
            Gonzalo ‘El Guagua’ Pozo, un puntero espectacular que hizo una
            carrera maravillosa. Tuve la fortuna de jugar contra esa pléyade de
            grandes figuras. Los admiraba profundamente.

            Aquel capítulo del cambio de nombre del Argentina, merece una
            referencia especial, porque en esta consecución participó mi hermano
            Oswaldo, que era presidente de la Concentración Deportiva de
            Pichincha, una entidad a la que le entregó toda su capacidad y forjó
            en un alto porcentaje, el grado de prestigio y credibilidad del que goza
            hasta la actualidad.

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