Page 51 - Pacto de silencio
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1 DE MAYO DE 1981







           «Esto era el día uno de mayo, a las nueve o nueve menos cuarto de la mañana. La
           madre iba con el pequeño en la ambulancia y lo cogió en brazos, por eso el chico
           murió encima de ella. Así es que la madre cuando comprendió lo que pasaba, le dijo
           al de la ambulancia: “Vamos a volvernos a mi casa que el niño se ha muerto”. Pero el

           de la ambulancia le dijo que no, que mejor era seguir hasta La Paz por si acaso había
           sido un colapso o un desvanecimiento.
               »El  chico  iba  consciente  cuando  se  montó  en  la  ambulancia.  Había  pasado  la
           noche muy molesto y nervioso, aunque el pobre no se quejaba de nada; nada más que

           tenía  una  tos  así  como…,  si  nosotros  hubiéramos  sabido  que  era  una  tos  sin
           expectoración, como luego nos dijeron, pues lo habríamos ingresado directamente en
           Madrid, sin haberlo llevado antes al médico de urgencias de Torrejón, pero, claro,
           nosotros ¡qué íbamos a saber!»

               Luisa  Villar  Liébana  y  Miguel  A.  Sánchez  recogieron  en  su  libro-informe ¿La
           colza…  o  qué?  (Editorial  Popular,  Madrid,  1982)  este  testimonio  del  padre  Jaime
           Vaquero García, el niño que en esta triste mañana de un 1 de mayo se convertiría en
           la  primera  víctima  mortal  oficialmente  documentada,  de  la  nueva  y  desconocida

           enfermedad  que  se  extendería  vertiginosamente  en  la  primavera  de  1981  por  los
           alrededores de Madrid y por el noroeste español preponderantemente. Pero no fue el
           único de la familia que enfermó:
               «Sucedió  que  tres  o  cuatro  días  antes  del  uno  de  mayo  —explica  el  padre—

           empezó la chica, la chica hembra que tenemos, a encontrarse mal. Lo que parecía que
           tenía era una gripe. Se encontraba mal y tenía fiebre; así es que se quedó en cama. El
           veintisiete o veintiocho de abril, cuatro de mis hijos se quedaron también en la cama

           por lo mismo; y el treinta ya estaban todos malos menos uno que se fue al colegio.
           Teníamos entonces siete hijos; hoy seis al habérsenos muerto uno, precisamente el
           que se encontraba bien aquel día, ése fue el que se nos murió.
               »Se  llamaba  Jaime  y  era  gemelo  con  otro  de  ocho  años.  Cuando  volvió  del
           colegio  el  día  treinta  a  las  cinco  y  media  de  la  tarde,  tenía  fiebre  y  se  le  dio  una

           pastilla. Aquel día, cuando volvió del colegio a comer, le trajo a la madre un regalo
           del día de la madre y luego, por la tarde, todo el tiempo estuvo preguntando por los
           payasos. Había una corrida de toros y no dieron el programa infantil; y por esto este

           pequeño que se nos murió, pues no hacía nada más que preguntar y preguntar por los
           payasos. Yo le cambié la tele varias veces de emisora, pero nada… la verdad es que
           se fue con aquel deseo.
               »En vista de que no se le quitaba la fiebre y de que le iba en aumento, a las dos y
           media de la madrugada lo llevamos al médico de urgencia de Torrejón. Fue llevarlo y

           traerlo porque ni siquiera lo miró. A las ocho y media de la mañana, en vista de que el



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