Page 52 - Pacto de silencio
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niño estaba mucho peor, se lo volvimos a llevar al médico de urgencia. Lo acercó la
madre y uno de los chicos. Y esta vez lo que dijo fue que había que ingresarlo
inmediatamente en la urgencia de La Paz»
Hasta aquí muy resumidamente el relato de la primera muerte y de los primeros
casos de enfermos afectados del síndrome tóxico oficialmente documentados, repito,
puesto que hubo otros casos anteriores que solamente con posterioridad fueron
atribuidos a la misma enfermedad. Fueron casos aislados que por sí solos no
denotaban la existencia de una epidemia, que únicamente fue descubierta gracias a la
profesionalidad del Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada cuando, siendo director
en funciones del Hospital del Rey de Madrid, se percató de la acumulación de casos
en una sola familia. Él mismo nos lo relata:
«Toda esta historia empieza el día 2 de mayo, sábado, cuando yo por la mañana
recibo, en el Hospital del Rey, el parte de los ingresos correspondientes al día 1 de
mayo, fiesta del trabajo, y debe de tenerse en cuenta que estamos en un puente,
porque al día siguiente, 3 de mayo, era domingo. Al comprobar las dos hojas de este
parte me encuentro con que pone: Carlos Vaquero García, 8 años; José Antonio
Vaquero García, 13 años; Carmelo Vaquero García, 14 años; José Ángel Vaquero
García, 20 años. Y con que en todos ellos el diagnóstico dice: neumonía, neumonía,
neumonía, neumonía. Al ver cuatro diagnósticos de neumonía en cuatro hermanos,
dije que esto era absolutamente imposible. Me recordó el caso que tuve en la isla de
La Palma de peste neumónica pero en aquel caso murieron el sepulturero, su esposa y
su hija; pero aquí estaban vivos, eran chicos jóvenes, todos ellos menores de 20 años,
y entonces pedí el otro parte, el correspondiente a la filiación, lugar de residencia y
procedencia y me entero que me los envía La Paz, en donde a su vez se han quedado
con una niña, Inmaculada Vaquero García, de 17 años, y ha llegado en ambulancia un
niño que se llama Jaime, hermano gemelo de Carlos Vaquero, también de 8 años,
como él, que llegó muerto. Entonces el cuadro ya es distinto, porque en vez de cuatro
hermanos, que ya parecía bastante, son seis hermanos; pero además, con uno de ellos
muerto, es decir que en el diagnóstico de entrada, cuando estamos todavía en los
primeros días de esta enfermedad, ya hay un fallecimiento. Entonces lo primero que
hice fue comentar con la secretaria lo que iba a pasar, le dije que esto saldría en los
periódicos dentro de muy poco y entonces en los servicios ya pedimos los sueros y
solicitamos diagnóstico diferencial con enfermedad del legionario, “mycoplasmosis”,
“ornitosis”, “psitacosis”; que entonces, como era sábado, enviaríamos las muestras a
Biología, a Majadahonda, el lunes. A continuación —serían las nueve y media o las
diez— llamé por teléfono a la Dirección Provincial de la Salud, al Dr. Herrero
Ayllón, que también estaba, pese a ser sábado y puente, le dije lo que me había
pasado, le dije que me habían ingresado éstos cuatro y que había otros dos más y le dí
mi opinión sobre lo que yo creía que tenía enfrente y que desde luego era un caso
absolutamente nuevo y totalmente —para mí— desconocido.
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