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de parto, al tiempo que a emergencia llegó un hombre desesperado, con
su hijo en brazos, a quien un caballo le había caído encima. “¿Cómo?”
pregunté. Sí, el niño estaba aprendiendo a montarlo, ambos perdieron el
equilibrio y el equino aplastó al pequeño, quien tenía equimosis a nivel
de tórax y leve imposibilidad funcional con mucho dolor, pero con signos
vitales estables, aparentemente sin fracturas; en todo caso se coordinó
traslado a hospital de mayor complejidad, previa coordinación de cupo.
¿Y la mujer que iba a dar a luz? Pues la obstetra se acerca a toda velo-
cidad ante mí para informarme que la materna tenía ya ocho centímetros
y que era multípara; es decir, que ha tenido más de cinco partos. Todo
esto, como ya dije, en feriado, con restricciones, en pandemia, etc.
A manera broma decíamos “Alguien vino pecando…” Mechita
(nombre protegido) licenciada en enfermería, alcanzó a escucharnos y
riéndose a carcajadas argumentó: “¿Quién más que ustedes tres peca-
dores?”, refiriéndose a los dos internos y a mí. Acto seguido argumentó:
“Porque además de ‘ser salados’ están vestidos con traje de color negro”
al que se lo conoce como el uniforme del pecado. Nos reímos de manera
abundante, pero mi mente supersticiosa me decía “Si así estamos comen-
zando, ¿Cómo terminaremos?”
Momentos después atendimos el parto, el que se desarrolló sin com-
plicaciones, y tanto madre como hijo pasaron a la sala de alojamiento
conjunto. “Parece que el resto del día mejorará” pensé, pero no, no fue
así.
Hora meridiana, y grito en urgencias: “¡Esto es Emergencia!” decía
un hombre que, a la vista, no presentaba signo alguno de estar enfermo,
insistiendo en que se sentía muy mal. “¿Cuál es su emergencia?” pre-
guntamos en coro. Su respuesta fue que desde hace un mes atrás tiene
dolor estomacal, a nivel de epigastrio para aclararlo, y que fue diagnos-
ticado con gastritis luego de la visita al especialista, pero que no había
tomado la medicación indicada porque “era exagerada” en sus palabras.
Le dijimos, dentro de la charla posterior, que tenía que cumplir con el
tratamiento indicado, y que se retire a su domicilio porque en esta época
crítica la presencia en el hospital puede ser peor. Se retiró a casa.
Conversando con los internos, comenté: “¡Vieron! Decía que era una
emergencia, pero a simple vista no era tal” y entre risas Germán me
contestó: “Doctor, es que Usted ‘es salado’, ya le dijo Mechita, por eso
llegan casos como el último”.
El resto de atención, para todos, se desarrolló sin contratiempo, dentro
de lo que se podría llamar normalidad, para el contexto pandémico en
el que nos encontramos. Además, durante la tarde llegó otro compañero
al turno, lo que potenció al equipo para llevar las cosas de manera óp-
tima. Sin embargo, la maldición fue pronunciada por Germán: “Parece
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