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PRAXIS DE BENEFICENCIA EN
                                      PANDEMIA



                                                       Por: Md. Wendy Bonilla
                  Como bien se conoce, en diciembre de 2019 surgió en Wuhan, China,
               un conglomerado de neumonías atípicas, que posteriormente se demostró
               que estuvieron causadas por una nueva sepa de coronavirus, que de una
               manera progresiva se extendieron a varios puntos del planeta, alcanzado
               a casi todos los rincones del mundo, causando mucho dolor y muerte.
               Mientras el mundo se confinaba, la Covid-19 se convertía en el tema
               más estudiado por todos los organismos de salud, sin que existan conclu-
               siones definitivas, como una vacuna, por ejemplo. Sin embargo, detrás de
               tantas cifras, artículos y actualizaciones constantes de información, está
               la parte frágil de la pandemia, de la cual procedo a comentar.
                  No hay mejor sitio para palpar el verdadero amor, que el pasillo de un
               hospital, aquel largo sendero lleno de esperanza, llanto, incertidumbre,
               zozobra y fe; como médico, desde siempre, he visto diversas manifesta-
               ciones de ese sentimiento, al ver a familiares esperar afuera del quirófano,
               o preguntando sobre el estado de salud del ser querido. Es fantástico,
               hermoso, ver una sala de espera llena de padres, hijos, esposas, nietos,
               amigos que acuden a visitar a su enfermo con la esperanza de pronta re-
               cuperación. Ni que decir al momento de entregar buenas noticias, recibir
               agradecimiento y sonrisas. Ese es instante mismo de realización total al
               entregar restaurada la vida de una persona.

                  En contraste, sucede que con el alma partida, también hay que in-
               formar que se ha apagado la luz de ser; peor es cuando está a media llama
               y que probablemente ese sea su estado general  futuro, hasta su último
               respiro. Y el 2020 será recordado como el año en el que los hospitales del
               mundo entero se tornaron más grises de lo usual, con dolencias distintas,
               atuendos modificados, constante sospecha de contagio ante el más mí-
               nimo descuido; escenario en el que todos éramos potenciales portadores
               del SARS-COV2.
                  La pandemia que llegó para quedarse, sin horizonte fijo de finaliza-
               ción, que trastornó la vida de todos, sin excepción, más aun la del per-
               sonal médico que luchó, y sigue haciéndolo, ante un enemigo sigiloso
               que asecha minuto a minuto por todos lados. Tan notorio fue el cambio
               que nos llamaron héroes, pensando que éramos los salvadores del uni-
               verso, pero no, no pudimos, ni podemos aún vencer a este atacante a
               pesar de los múltiples esfuerzos inmensos por hacerlo. Los prototipos de
               vacuna se cayeron, no hay medicamentos establecidos para combatirlo,
               el desarrollo es más lento que la expansión del virus y sus diversas olas
               de ataque. Mi pregunta sin respuesta es: “¿Acaso estamos haciendo mal

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