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TRES HISTORIAS
Por: Md. Luis Gustavo Ordoñez Mullo
Nos habíamos preparado para afrontar una enfermedad nueva, total-
mente desconocida, con las herramientas que teníamos a disposición.
¿Sería suficiente? Difícil saberlo hasta que la ocasión lo amerite y así
poder analizar la capacidad de respuesta.
Algún momento iba a suceder, era inevitable, lo que traería de la
mano varios inconvenientes, tanto para el hospital y los pacientes, así
como afectaría a la logística de traslado, en caso de ser referirlos a sitios
de mayor complejidad de atención que seguramente estarían atravesando
el mismo camino. En todo caso, me aferraba a creer que quizás no suce-
dería, pasaría pronto, no llegaría a la ciudad y la vacuna sería encontrada
a la brevedad posible…aunque Wuhan, Madrid, París y Guayaquil po-
nían de manifiesto un escenario diferente.
Meses han pasado desde que inició el caos en Ecuador, en los que
todo tipo de medidas se han tomado, sin detener el avance progresivo de
contagiados y fallecidos a causa del Covid-19, con el incierto panorama
respecto a la finalización de este desastre nacional y global. Además,
siendo testigos de cómo una generación entera se encuentra al borde de
la desaparición en un abrir y cerrar de ojos. La esperanza ha flaqueado,
la pesadilla es interminable y la incertidumbre se ha convertido en la fiel
compañera de actividades cotidianas, a todo nivel.
En consecuencia, los casos aparecieron en la localidad, más allá de
todas las medidas tomadas y exigidas a la ciudadanía; por lo tanto, los
directivos del hospital actuaron conforme a lo establecido en los proto-
colos, ejecutando el plan de contingencia que se había diseñado. Además,
el médico que cubriría uno de los turnos tuvo un inconveniente, motivo
por el cual se me notificó con la orden de que yo lo reemplazaría. Siendo
así, repetí en mi mente aquella frase de las sagradas escrituras que dice
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme” y entré a cumplir con las funciones, en el área
establecida. Me encontré con tres pacientes a quienes tenía que evaluar,
para recomendar su salida del hospital, luego de haberse curado de la
Covid-19.
El primer contacto fue con Don Raúl, luego conversé con Don Marco
y al final con Doña Rosa. El objetivo era conocerlos luego de recibir el
turno, evaluarlos, saber qué pensaban al respecto o dónde podían haberse
contagiado, antes de seguir con los pasos establecidos para hospitaliza-
ción. Las conversaciones sucedieron de la siguiente manera:
“Don Raúl ¿A qué se dedica Usted?”, pregunté.
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