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Las personas que estaban cerca de mi sabían todo lo que me había es-
forzado y paralelamente posteaba en mi red social: “Quédense tranquilos
que nos vamos a cuidar y los vamos a cuidar”. Recibiendo muchos men-
sajes de apoyo.
Pasaban los días y ese apoyo se transformó en fuerza, en ganas, y
en estudio. En cada guardia, en cada pase de visita me encontraba con
nuevos casos, nuevos diagnósticos y vías de tratamiento. No solo re-
ceptaba información, también aportaba porque esto debe ser dinámico y
todos estábamos preparados.
En una de tantas noches frías de turno en el hospital, junto a mis
compañeros en el auditorio del servicio, cada uno evolucionando sus
pacientes asignados y de repente vemos por detrás del vidrio que en el
pasillo (área no contaminada) se encontraba caminando un paciente de
ochenta y cinco años, dirigiéndose hacia nuestra residencia, gritando la
palabra “comida…comida”. Atónitos al verlo fuimos en busca del pa-
ciente, pero antes de salir preguntamos:
“¿Es Covid positivo? – ¡Revisen en la bitácora!”
“¡Sí! Es el paciente ‘Silva’, tiene demencia de base y es Covid
positivo”.
“Se fregó”. – dijo mi compañero.
Doble mascarilla quirúrgica y bata. “¡Vamos!” – Le dije.
Luego de llevarlo a su habitación, siendo las 03h30 de la madrugada,
sin personal de limpieza que nos ayude con la desinfección, nos sen-
tamos frente a la computadora, esperando no tener consecuencias y con
las ganas de descansar un poco. Con decirles que estuvo desinfectado a
las 06h00 y fui el único que no aguantó y me acosté treinta minutos. ¡La
mejor media hora de sueño del último tiempo! Posterior a este evento,
se puso una cadena de hierro, por si otro paciente quisiera visitarnos sin
avisar.
A mediados del mes de junio teníamos el piso tan lleno, que la sa-
turación nos ahorcaba cada vez más, el trabajo era muy duro y ese día
me tocaba entrar al área Covid, de acuerdo con la organización rotativa
que implementamos en el equipo. Estuve valorando pacientes por más de
ocho horas con el traje puesto, con las gotas de sudor cayendo sobre mi
frente, cansado. Cuando entré en el cubículo hacia la cama 15 conocí a
‘Delia’ una paciente de sesenta años, tez negra, estatura baja, y cabello
corto. Al acercarme la saludé:
“Buenas noches, permiso, soy el médico que esta de turno”.
“Buenas noches doctorcito” – me dijo. Inmediatamente al acercarme
me di cuenta de que tenía ceguera bilateral por Ptisis Bulbi . En ese
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