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momento también ingresa el personal que da las dietas y le pregunté si
               quería ayuda para comer a lo que respondió:

                  “No doctorcito muchas gracias yo puedo comer sin ayuda”.
                  “¿Segura? Yo puedo ayudarla si desea”.
                  “Sí, no se preocupe”. – enérgicamente.

                  Le pedí amablemente que dejara de comer para poder examinarla y
               tomarle los signos vitales y mientras lo hacía, me decía:

                  “Me siento un poquito cansada porque recién vine de diálisis. ¿Cómo
               me encuentra doctorcito?”
                  “Se encuentra muchísimo mejor, iremos bajando su requerimiento de
               oxígeno poco a poco, me retiro para que siga comiendo”.
                  Ay sí, me muero de hambre, respondió con una sutil sonrisa.  Al estar
               cerca de la puerta para salir del cubículo me dijo:
                  “Doctorcito, disculpe la molestia. ¿Será que le puedo pedir de favor
               que llame a mi familia y les diga que me encuentro bien?”.
                  Mi piel se estremeció, me quedé sin palabras por unos segundos y le
               dije que lo haría encantado. En ese momento pensé, y concluí que, por
               más que sea mi deber como médico el informar al familiar el estado de la
               paciente, deseaba llamar para contarles y decirles lo que provocó en mí.
                  Cuatro y más horas llamando a sus seres queridos sin tener respuesta.
               Me quedé triste porque no había cumplido lo ofrecido, así que, es justo
               en ese momento donde nace la inmortalidad de esta historia. No importa
               tener el traje puesto por horas, quedarme con marcas en la cara por el
               respirador, sentirme agotado por el trajín de la jornada; no importa nada
               de eso porque me basta recordar ese momento en que la vi comer con
               gusto, sin ayuda a pesar de su ceguera, con una esencia maravillosa y
               carácter amoroso para que los suyos estén tranquilos. Me llena de fuerza,
               de ganas, pero sobre todo de vida y me enseña que todo se puede cuando
               se quiere. ¡Todo!
                  “La grandeza primordial está en el interior. Es cuestión de carácter.
               La grandeza secundaria está en el exterior”, tal y como enseñaba Stephen
               R. Covey:  “Muchas personas con grandeza secundaria, es decir, con re-
               conocimiento social por su talento, carecen de grandeza primordial o de
               bondad de carácter”.
                  Días después se fue a la casa con el alta médica. Deseo de todo co-
               razón que esté mejor de salud y que siga transmitiendo esa energía a los




               1 Atrofia del globo ocular que implica un ojo encogido no funcional; es decir, con poca o nula visión

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