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protección, en orden, en el área sucia de emergencia; además, como sólo
               tengo uno, debo manejarlo con cuidado, aplicando todo el proceso de
               desinfección. Siguiente fase por venir: responder interconsultas.
                  Así de rápido llegó el medio día y el comedor está abierto. Pregunto
               a mis compañeros: “¿Quién baja a almorzar? ¿Quieren que les traiga?”
               Tres me responden que se los suba y uno me acompaña. Una pausa fun-
               damental para la extenuante jornada que venía por delante.
                  Sentado frente al computador, reconozco que hay cuatro interconsultas
               por atender, entonces las reviso, analizo sus notas de ingreso, evalúo los
               resultados de laboratorio y comparo las tomografías de tórax. “Tal vez
               sean tres quienes ingresen” pienso; ahora a comprobarlo, previo examen
               PCR. Con la mascarilla y el protector facial, me dirijo al laboratorio a
               solicitar tres viales de hisopado, regreso, respiro profundo y empiezo.

                  “Paciente ‘Luis’, sígame, por favor”. El señor, de inmediato viene
               conmigo al interrogatorio: “¿Cuántos años tiene? ¿Cuándo iniciaron sus
               síntomas?” La conversación se desarrolla mientras coloco el saturador
               en su dedo y observo su respiración. Recolecto toda la información re-
               levante, que luego de manera resumida, compartiré con el tratante para
               decidir quiénes ingresan o se retiran a casa con la receta.

                  “Paciente ‘Ana’…” nadie responde. Insisto enérgico, con el mismo
               resultado. “Está en observación, Doctor”, me comenta el licenciado de
               enfermería. Espero por una adulta mayor, hipertensa, diabética, desorien-
               tada, necesitando alto flujo de oxígeno; por desgracia, cuadro compli-
               cado. Después de un momento llegó, repetí el proceso, y luego la deci-
               sión. Para esto, doy el resumen al tratante quien me indica lo siguiente:
               “A Luis dale el alta con el tratamiento del protocolo y que se aísle en la
               casa; en el caso de Ana, tenemos que dejarla en emergencia, tiene mal
               pronóstico, inicia el tratamiento”.
                  Son ya  las  17:15.  “Familiares de  la paciente  Ana”, grito.  “Aquí,
               Doctor”, me contesta una voz que se nota muy nerviosa. “Buenas tardes,
               soy el médico del Grupo COVID, ya evaluamos a su familiar” le indico.
               En frente mío está una señora de mediana edad; detrás, un joven que
               supongo es el nieto y un anciano muy preocupado que seguro es el es-
               poso. Los miro, trago saliva y me preparo para darles la mala noticia: “Se
               encuentra con altos requerimientos de oxígeno, la tomografía muestra
               un grado de afectación pulmonar del 90% y por sus enfermedades de
               base, creemos que es mejor que sea ingresada en la emergencia para
               darle tratamiento según el protocolo”. Me miran asustados y continúo:
               “La paciente  tiene  pronóstico reservado, con altas probabilidades  de
               complicación”.
                  “¿Tiene Covid?” es la pregunta inmediata.  “Es muy probable. La
               única prueba que nos da un diagnóstico definitivo es la PCR” les in-

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