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LA LLEGADA INVISIBLE
Por: Lcdo. Gregorio Alexander Coello Sánchez
Siempre me cuestionaron por ver filmes de terror, suspenso y apo-
calípticos, pues se suponían irreales, pero el 2020 nos demostró que sí
podíamos ser partícipes, en carne propia, de una realidad que no dista de
aquel tipo de películas.
Trabajo en uno de los hospitales más grandes de la costa ecuatoriana,
y me encargaba de una de sus áreas importantes, acompañado por Ca-
trina, de quien aprendía mucho a diario. Un día de ellos, celebrando su
cumpleaños en el último cuatrimestre del 2019, escuchamos que al otro
lado del mundo una rara enfermedad había aparecido. Un momento de
silencio para informarnos de lo que sucedía, comentarlo, y siguió el fes-
tejo, de la misma acostumbrada manera que todas las funciones del lugar.
Ya en febrero de 2020, un medio de comunicación internacional pre-
sentó un infograma en el que China tenía miles de casos confirmados, y
que otros países, algunos tan distantes como Estados Unidos o Canadá,
llegaban a decenas de ellos. Sabía que era cuestión de tiempo para que
la terrible enfermedad llegue a nuestro país, al tiempo que en Europa el
confinamiento se había instalado como estilo de vida, y aun así las esta-
dísticas eran altísimas. Ahí recordé todas aquellas películas apocalípticas
descritas en líneas anteriores, que pasaron de la pantalla grande a las
calles del mundo. Inclusive una reciente, llamada, que data del 2013, se
hizo muy popular dada su similitud con lo que estábamos empezando a
vivir, más allá de su exagerada trama.
Un mes después, se anunciaron ya casos en Ecuador, Brasil, México,
entre otros. Llegó la hora y no había vuelta atrás, en un año que ya venía
presentando incendios descomunales en Australia, casi guerra mundial
provocada por el presidente de Estados Unidos tras la muerte de un ge-
neral iraní, inundaciones en Indonesia, Avispones Asesinos, entre otras
cosas. Para rematar, pandemia mundial.
Antes del confinamiento me habían asignado un medio de transporte
para el traslado del domicilio al hospital y viceversa. Cuando se decretó
la emergencia nacional, pocos autos se veían en las calles, las mismas que
se pintaban de asfalto marmoleado, en contraste con el brillante celeste
del cielo con nubes muy blancas, situación que se repitió en el mundo
entero, reduciendo al menos por un tiempo la gran cantidad de contami-
nación que se generaba en la cotidianidad. En el caso de los escasos tran-
seúntes, evitaban acercarse, siempre con mascarilla, algunos con guantes,
y siempre a la mano la botella de alcohol para desinfectar.
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