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ELLOS TAMBIÉN EXTRAÑAN…
Por: Md. Andrea Galarza Sánchez
No es ajena la situación por la que todo el mundo está atravesando
desde diciembre de 2019 cuando se reportaron los primeros casos en
Wuhan, China, y con esto ya se veía venir un 2020 absolutamente de
cabeza y no tan alentador. Esta pandemia ha tomado desprevenidos a la
mayoría de países, en especial a Latinoamérica, donde la pobreza y la
falta de inversión en salud se hicieron evidentes, lo propio en educación,
dado que ha resultado un completo desafío a superar el que la población
cumpla, al menos, con las instrucciones y recomendaciones recibidas de
parte de los organismos de salud internacionales así como de las autori-
dades locales.
Soy parte del personal de salud, que, como muchos otros, he tenido
que dejar: casa, familia, ciudad de origen para dedicarme de manera
exclusiva a la atención de pacientes con SARS-CoV2; situación que es
compleja, no solo en el plano médico, sino también en el emocional. De
verdad, se requiere nervios de acero para enfrentar esta situación de ma-
nera masiva, así como para comprender y manejar a la temida muerte que
ahora visita todo el tiempo nuestras áreas. Claudicar es la palabra que se
repite con frecuencia, pero es ahí que la vocación también se fortalece.
Es un dilema cotidiano.
Jamás pensamos que luego de cien años de la última pandemia, esta
situación se iba a repetir a gran escala. Mi uniforme de guardia se tras-
formó de una pijama quirúrgica a un verdadero traje de “astronauta”, para
que ningún milímetro de piel quede al descubierto. Los hábitos también
cambiaron, ya que para usar durante doce horas el atuendo descrito, se
debe evitar comer y tomar agua para no ir al baño, siendo un desafío ante
el calor y la sensación de ahogo permanente que el traje produce, con la
consecuente deshidratación, además de la mascarilla que lastima la piel,
sin un segundo para descansar. Como corresponde, repitiendo a cada ins-
tante todos los procesos de desinfección de acuerdo a los protocolos de
bioseguridad que se desarrollaron sobre la marcha.
Lo triste, entre varios aspectos en ese contexto, es que al finalizar el
turno y salir del hospital, me encontraba afuera con gente en la calle,
aglomerada, sin mascarilla, haciendo caso omiso de las recomendaciones
de distanciamiento…como si nada. “¿Para qué tanto esfuerzo, treinta
horas seguidas luchando contra el virus, y afuera importa poco?” me
preguntaba cada vez que se repetía el cuadro. Me chocaba mucho, y sigue
sucediendo a agosto de 2020, dado que trabajo en el servicio de neonato-
logía y el hospital en el que me encuentro fue declarado como centinela
para casos Covid-19 al inicio de la pandemia.
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