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LA SOLIDARIDAD ES EL CAMINO
Por: Md. Paul Arcos V.
En el mes de febrero recibimos la noticia que esperábamos que nunca
suceda: el primer caso de Covid-19 en territorio nacional en un momento
crítico en todo aspecto. Claro, pensamos que habiéndose originado tan
lejos jamás llegaría a esta latitud, pero sucedió, de la mano del paso del
tiempo y, por supuesto, la imprudencia. En aquel mes, Europa sufría los
estragos de este virus con España e Italia a la cabeza, con sus sistemas de
salud colapsados. “¿Qué sucedería con nosotros y las evidentes limita-
ciones en ese sentido?” me pregunté más de una vez. Así inició la lucha
contra este enemigo invisible y desconocido.
Mi experiencia frente al SARS-CoV2 fue atípica, por lo que estoy
seguro de que fue diferente a cada una de las magníficas vivencias que
encontrarán en las páginas siguientes. La razón fue simple, y vino a raíz
de un pedido del pilar de mi vida: mi madre. Por aquellos días, las con-
secuencias del virus se encontraban en la primera página de diarios y
noticieros del mundo entero, con una veloz expansión, casi a la velocidad
de la luz; por lo tanto, como precaución mis padres decidieron cerrar sus
consultorios al ser considerados personas de riesgo, por su edad; además,
mi abuela materna había llegado días atrás de visita. Si bien ella es la
mujer más fuerte que conozco, inquebrantable, quien ha librado batallas
con enfermedades que parecían imposibles de vencer, esta vez para ella
en especial podría ser peor, motivo por el que decidimos aislamiento total
de toda la familia.
Cuando uno decide estudiar esta carrera, uno de los principales ob-
jetivos es servir al prójimo. Sin embargo, mi familia se encontraba en el
otro extremo, a quienes indudablemente no deseaba exponer. Mientras la
crisis sanitaria estaba en auge, las dudas se apoderaban de mí, en mente y
corazón. Una tarde recibí la llamada de un hospital al que envíe los requi-
sitos solicitados, la propuesta estaba hecha, pero la decisión no. ‘’Aquel
que lo piensa mucho antes de dar un paso, se pasará su vida completa
en un solo pie’’ dice un proverbio chino que recuerdo con frecuencia.
Pero sí, lo reconozco, no sabía qué hacer: Una parte de mí quería ir al
hospital a trabajar y servir, ante la llamada recibida, pero la otra me pedía
que me quede en el hogar, cuidando de los míos. Fue ahí que la sabiduría
materna, infinita e innegociable apareció en escena al son de una conver-
sación que más tuvo tinte de monólogo para tomar la decisión.
‘’Hijo, cuando una puerta se cierra, otra se abre, siento que no es
el momento de ir, quédate con nosotros, mi corazón no se equivoca’’
me dijo mamá. Pocas palabras, pero de un altísimo impacto, que calaron
profundo en mi alma, ante lo cual mi abuela complementó: ‘’Escúchala,
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