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NUEVOS COMIENZOS

                                                       Por: Andrea Maldonado
                                                       Estudiante de medicina

                  ¿Has pensado que cada comienzo, de cada nueva historia, marca un
               antes y un después en la vida de su protagonista? Eso es lo que le sucedió
               a Sofía a partir de julio 2020, al ver con recelo cómo la Unidad de Salud
               en la que cumplía sus funciones como Interna Rotativa de Medicina se
               convertía rápidamente, entre sustos y miradas de asombro, en uno de los
               llamados Hospitales Centinela COVID, momento en el que esta realidad
               se volvía tangible In Situ.

                  Así la reorganización comenzó, entre movimiento de camas, bloqueo
               de ascensores, estableciendo pisos y áreas específicas, dentro del descon-
               cierto que los pacientes que quedaron en sus camas vivían, al ser trasla-
               dados a otras unidades médicas. Caminaba por los pasillos y escuchaba
               comentarios acerca de las nuevas medidas, despidos, la hospitalización
               por contagio de algunos colegas, pero también esas ideas salidas de la
               desesperación y el miedo, aquellas que sin fundamento erizaban su piel.
               La situación era nueva y desconocida para todos, nadie quería estar ahí,
               codeándose con el peligro del nuevo virus, pero al mismo tiempo la vo-
               cación ferviente salió a flote para enfrentar el escenario que apenas iba
               a iniciar.

                  Sofía veía desde fuera la situación, pues los internos, considerados
               aún estudiantes, no estaban autorizados a ingresar a las áreas de hospitali-
               zación. Así transcurrieron los días, nuevos pacientes comenzaban a llenar
               aquellos pisos que habían quedado vacíos, se iban ocupando una a una
               las camas de sábanas limpias y colchas recién colocadas, cada paciente
               iba separando su toma de oxígeno por los días que le quedaran en ese
               indolente lugar. Del otro lado del vidrio se veía llegar a aquellos que tra-
               taban de soportar su falta de aire, se percibía su desesperación en sus ojos
               sollozantes y recostados en una camilla que se movía rápidamente por los
               pasillos, iban en busca de atención médica, mientras los familiares bus-
               caban información, imaginándose las peores situaciones, no muy lejos de
               la realidad.
                  Los llamados pisos de hospitalización  Covid, eran el lugar al que
               nadie quería llegar y cada cuatro días Sofía era testigo de lo insufrible
               que se tornaba la pandemia para médicos, enfermeras, pacientes y sus fa-
               milias. Ahí estaba ella, parada en medio de la nada viendo acabarse vidas,
               y no me refiero únicamente a quienes agonizando no lograban superar la
               enfermedad, sino también al personal agotado después de estar allí en
               turnos de entre ocho y doce horas medicando pacientes, muchas veces sin
               un pronóstico certero, pero a pesar de eso, en medio de la desesperanza y


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