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En una enfermedad donde epidemiológicamente se conoce que un
               gran porcentaje de los casos son leves y que remitirán como todo proceso
               viral en un tiempo determinado, la pseudociencia ganó espacio para el
               control y posible cura de la infección al potenciar el uso y distribución de
               sustancias tóxicas como el dióxido de cloro, por dar un ejemplo. Es algo
               que me cuesta entender.
                  En un medio donde la inversión en investigación es poca o nula, sin
               estimulación para que suceda, y con procesos de formación donde no se
               la considera prioritaria, seguramente resultaría más difícil afrontar una
               pandemia. Si en los países desarrollados fue una hecatombe, que aún
               no ha terminado, con toda la investigación realizada, más allá de la re-
               tracción de varias publicaciones, no se diga en estas latitudes donde la
               relajación le va ganando tiempo y espacio tanto a la prevención como
               al comportamiento social. El reto de generar evidencia científica, sobre
               una enfermedad nueva, en tiempo corto y sin la rigurosidad que implica
               aún más en el ámbito de la salud derivó en errores reconocidos a nivel
               mundial.
                  Han pasado meses desde que inicio la pandemia y la tendencia de
               producción científica se mantiene alcista, donde los temas relacionados
               al curso de la enfermedad, fisiopatología, epidemiología, diferentes pre-
               sentaciones clínicas, medios de transmisión y prevención son los princi-
               pales; además, se van desechando métodos de tratamiento, al tiempo que
               se prueban nuevos. El objetivo, y la carrera, es encontrar la vacuna que
               permita, al menos, tener una esperanza de solución en el corto tiempo;
               luego, los ensayos clínicos juegan un papel determinante en la investiga-
               ción, aprobación y futura producción.
                  En nuestra realidad y de la mano de investigadores con prestigio se
               ha generado publicaciones en revistas de alto impacto; de todas maneras,
               queda la sensación de que se puede hacer más al respecto, con infor-
               mación de fuente primaria correspondiente a cada una de las realidades
               regionales, locales, hospitales, centros de salud, comunidades, etnias y
               desde diferentes enfoques, incluido el socio-cultural. No me cabe duda
               que los hallazgos aportarían en la comprensión y manejo de la crisis sa-
               nitaria, misma que ojalá sea el punto de partida para la investigación
               nacional.

                  También existirá un efecto en la población como consecuencia del
               acceso a la información y divulgación científica, reflejada en un cambio,
               probablemente en el sentido de una valoración crítica a los tratamientos
               sugeridos y en el mejor de los casos, una disminución de la automedica-
               ción. A nivel de autoridades, la salud pública tendría otro enfoque sobre
               todo por la importancia identificada a la hora de tomar decisiones con la
               fundamentada y necesaria asesoría de investigadores médicos.



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