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la lectura de los mismos, hace que algunos profesionales pierdan interés.
En esta ocasión y de forma inédita, las grandes editoriales liberaron de
pago la revisión de estas publicaciones en las revistas de alto impacto,
dando así acceso directo a la información, situación que no es aprove-
chada como debería.
Desde los primeros casos registrados, se observó que el manejo de
medidas preventivas en salud pública se fundamentó en lo empírico, con-
siderando la escasa información. En una economía fuertemente afectada,
los costos elevados de tratamientos farmacológicos y en algunos casos
sin sustento científico ponen en descubierto no sólo la falta de acceso al
nuevo conocimiento, sino también la falta de ética en la aplicación de la
medicina.
Considerando el tema farmacológico, en nuestra realidad se ha ob-
servado la utilización preventiva de medicamentos, que ha involucrado
antimaláricos, antiparasitarios (incluidos los de uso veterinario), anticoa-
gulantes, antivirales, antibióticos de amplio espectro, vaporizaciones,
vitaminas de uso intravenoso entre otros; varios sin sustento científico.
La razón o justificación se atribuye a la desesperación y al supuesto bene-
ficio encontrado en pocos pacientes y anécdotas. La repercusión va más
allá de la relación costo – beneficio, puesto que los efectos adversos son
considerables en algunos casos. La falsa sensación de seguridad, daño
irreversible y desenlaces fatales ponen a prueba la ética y develan el dé-
ficit expuesto anteriormente. Inclusive el uso indiscriminado de antibió-
ticos, a futuro podría elevar los niveles de resistencia bacteriana, lo que
también cobrará varias vidas. Surgen más dilemas desde el mismo punto
de partida.
En algunos hospitales, se realizaba la aplicación de la evidencia en
base a los avances y tratamientos propuestos a nivel mundial; no obs-
tante, en cuestión de horas o días, los estudios tiraban abajo las opciones
terapéuticas descubiertas hasta el momento. Ante la diversidad de crite-
rios, el término “medicina de guerra” se puso de moda para contextua-
lizar el día a día, cuyo principal objetivo era salvar la mayor cantidad de
vidas con recursos limitados y dando cumplimiento al principio básico de
“primero no hacer daño”.
Desde el punto de vista del paciente, éste siempre depositará la con-
fianza en los profesionales de la salud, en primer término, aunque se haga
eco de todas las otras posibilidades porque a alguien más le funcionó tal
o cual medicamento y se lo recomendó sin conocimiento de causa. En
consecuencia, más allá del periodismo científico, es importante discernir
de manera crítica la información recibida, para guiar a los enfermos en su
tratamiento y recuperación.
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