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LO GRANDIOSO DE SER HUMANO


                                                      Por: Md. Marina  Benítez

                  Una mañana de domingo, el sonido del viento en mi ventana me des-
               pertó a las seis. Era marzo y el cielo que aparecía vagamente a través de
               la ventana presentaba un tono plomizo, como escenario lúgubre de lo
               que sucedía en territorio nacional; de hecho, ese día mi mamá comentaba
               preocupada sobre el aumento de casos, y las muertes, que la Covid-19 ya
               estaba generando en Ecuador. Ante esto, sabía que tendría por delante un
               larguísimo día de hospital, el mismo que estaría a rebosar una vez más.
                  Me dirigí al trabajo a cumplir con las actividades de medicina rural,
               a tan solo cinco meses de haberme graduado de médico. Ya allí, junto
               a mis colegas, instalamos la unidad para atender a pacientes respirato-
               rios, con la distribución de turnos para tal efecto; me tocaba en la noche,
               aun cuando no teníamos ningún caso confirmado en el cantón. Sin em-
               bargo, debíamos estar atentos y con las alarmas encendidas para cuando
               sucediera.
                  En el transcurso del día trascendió la información de un caso sospe-
               choso. De inmediato, vía telefónica, las autoridades dispusieron la toma
               de muestra, vía hisopado nasofaríngeo, por parte del equipo. Dicha orden
               nos impactó y llevó a experimentar miedo general, al no saber contra qué
               nos enfrentaríamos; de hecho, uno de los colegas se ofreció a asistir sólo
               al procedimiento, indicando que si se contagiaba podría aislarse en una
               propiedad, no como el resto de nosotros que vivíamos en familia.

                  Aceptamos su propuesta; en consecuencia, utilizó todas las prendas
               de protección existentes en el hospital, sentía temor, pero estaba claro
               que podría enfrentar el momento porque la vocación era más fuerte, así lo
               repetía. Jamás imaginamos que ese momento sería el principio de cientos
               de casos posteriores. Al recordarlo, el temor inicial se manifiesta otra vez.
                  A su retorno, comentó que apenas se bajó del vehículo para atender el
               caso, todos los vecinos del paciente se encerraron en sus casas, como en
               una película de miedo o suspenso ante la presencia de alguien. En la casa,
               los familiares con nerviosismo máximo, y zozobra, ante la posibilidad de
               que el contagio sea cierto, viendo cómo se realizaba el procedimiento.
               De hecho, también indicó que mientras lo hacía, identificó ojos enroje-
               cidos en la esposa del examinado y le llamó la atención, pese a que a la
               fecha todavía no se reportaba a la conjuntivitis como uno de los síntomas
               Covid-19. Quizá esa era la causa por la cual no habían buscado atención
               médica antes.
                  Para la tarde todo el sector se había enterado de ese caso, por lo que
               empezó el desfile de personas al hospital; algunos somatizando síntomas


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