Page 232 - Libro_Sars_Cov_2_Digital
P. 232

y dejar de caminar. Sin embargo, la idea de ser médico desde pequeña, el
            recordar ese sueño dulce de dedicarme a salvar vidas, envolvía un lazo
            aún más fuerte, lo que me obligó a pedir ayuda y mientras la pandemia
            se toma su tiempo.
               Los medicamentos no eran la solución para salir de este abismo; pero
            los aplausos de la gente, noche a noche desde las ventanas de sus ho-
            gares, se escuchaban como campanas de fuerza para vencer esta batalla.
            Aplausos que llegaban hasta la oscuridad de mi cuarto y me impulsaban
            a pelear una vez más, contra mi mente, contra mí misma, por mantenerme
            viva y alcanzar lo planeado, lo soñado.
               Una luz al final del túnel siempre existe, en cada camino, y así fue
            Dios bendiciendo el mío, mostrándome el más grande motivo: Llegar a
            casa y ser recibida por mi madre y mi hermana, que la sonrisa no pueden
            contener al verme entrar por esa puerta después de cada guardia. Me
            inspiraba a ser más fuerte o, a intentarlo un poco más. No sé si se pueda
            entender a cada colega, a cada amigo, a cada compañero, la horrorosa
            situación de llegar a casa ignorando estar infectado del virus, que a todos
            nos quiere vencer y pensar que por salvar a otra vida, tenga que a su fa-
            milia perder.
               El encontrarme reflejada en mi joven paciente, que, en tiempos de
            cuarentena, donde toda la gente se aísla y guarda de los suyos, ella solo
            piensa en morir, en ir tras su esposo, tras el hombre con el que en un altar
            se juró amor eterno. Se negaba a recibir medicación y sus pensamientos
            suicidas la dominaban. Cinco días después, al regresar a mi turno, la en-
            contré intubada, conectada a ventilación mecánica; y, en la misma sala
            conectada al ventilador de al lado, su madre adulta mayor con múlti-
            ples comorbilidades, y altas probabilidades de desarrollar Covid severo.
            ¡Madre e hija en juntas en tan pocos metros cuadrados!
               Anonadada, pregunté: “¿Qué pasó con mi paciente joven?” pues se
            había deteriorado muy rápido, teniendo un solo factor de riesgo significa-
            tivo: obesidad. “¿Qué ocurrió con su madre?” por respuesta recibí que
            la señora había sido quien contagió a todos en casa, ya que vendía víveres
            en el mercado de la ciudad.
               Luego de ocho días en la unidad de cuidados intensivos y seis días en
            nuestra sala de hospitalización Covid, la joven paciente ha despertado,
            olvidando todo lo ocurrido y ha pedido ver a su familia y a su hijo, lo que
            resulta imposible por los protocolos de bioseguirdad establecidos. Sin
            embargo, al comunicarnos vía telefónica con su padre para ponernos de
            acuerdo en planificar y direccionar la ambulancia mientras se prepara su
            alta, en el teléfono él solicita ayuda y apoyo de una psicóloga para su hija.
            Nos pide recordarle que su esposo ha muerto y que esta vida dura e in-
            justa, también se ha llevado a su madre, quien ya lleva tres días fallecida.

              232                                     Regreso al Indice
   227   228   229   230   231   232   233   234   235   236   237