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LA NUEVA REALIDAD, UN DÍA A LA VEZ
Por: Md. Stephanie Pozo A.
Era un turno más cuando llegó el primer paciente respiratorio. Yo
vestía el traje de bioseguridad y mascarilla, al igual que mis acompa-
ñantes; todos aterrados sin saber lo que venía con la duda de saber quién
lo recibiría. Me tocó a mí.
Resulta que era un señor de aproximadamente treinta años, que refería
haber viajado al extranjero y desde su regreso dijo tener tos; todos es-
tamos acostumbrados a hacer examen físico, pero en este caso lo realicé
con temor; luego, pasamos a tomografía, la misma que evidenció lesiones
características en sus pulmones, las cuales yo veía por primera vez en la
historia de mi carrera. No imaginé que esa imagen, se repetiría con alta
frecuencia durante meses.
Conforme pasaban los días llegaron más casos similares, lo que in-
flaba el temor que sentíamos todos quienes conformamos el personal de
salud del lugar. Incluso pensé en renunciar y dejar todo, más que por
mí, por mi familia, por eso es que muchos colegas se alejaron de sus ho-
gares por esta misma razón. Lo nuevo siempre genera temor, por no saber
cómo actuar y qué puede suceder, más con todo lo que se oía sobre que
era incurable y provocaba la muerte de manera fulminante.
Siguieron pasando los días y las semanas, la crisis aumentaba. Re-
cuerdo a familiares, amigos preguntarme qué se debe hacer, cómo actuar,
y la que no tenía respuesta: cuándo pasará. Como quiera en las dos pri-
meras algo podía contestar, pero la tercera era imposible.
Llegó un día, en el que ya no pudimos controlar los casos, fue dema-
siado. Ya no preguntábamos si habían viajado, o cómo empezó; sabíamos
de memoria la sintomatología y que los asistentes venían por eso, por lo
que lo único que quedaba, en lo personal, era reforzar el “traje de astro-
nauta” y seguir sin parar. Largas, larguísimas jornadas intentando salvar
vidas de todos quienes ingresaban a emergencia.
Nunca olvidaré aquella mirada de temor del primer paciente al que
intubamos. Le dimos la noticia y con susto preguntó: “¿Saldré de esto?”
y como en todo lo relacionado con este virus no había respuesta para él,
tratamos de calmarlo y explicarle el procedimiento; luego de ello, me
pidió hablar con su esposa para despedirse, ante lo cual pudimos conec-
tarlos por video llamada desde el computador del cuarto de pacientes
críticos, ya que en ese momento él no tenía su celular. Él empezó dicién-
dole: “Sabes cuánto te amo, al momento me encuentro mal y los doctores
dicen que para que pueda respirar mejor van a intubarme, quiero que
pase lo que pase estés bien, y nos vemos pronto”, colgó su llamada y sus
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